Esta nueva entrega no podría empezar mejor. Y es que estoy entusiasmada ante la perspectiva de poder desmenuzar una nueva historia culinaria en torno a un venerado postre ancestral que ha vencido con gallardía el desafío del paso del tiempo. Estoy hablando de la receta de shortcake (y más concretamente de la de strawberry shortcakes, que es la que os traigo en su versión individual). Pero perded cuidado, el resultado final es tal que habrá valido la pena haber tenido que atravesar los páramos de esta narrativa previa hasta llegar a la merecida recompensa (en cualquier caso, siempre podéis saltar directamente a la receta y empezar a dar forma a vuestro próximo éxito 😉 ).
Pues resulta que el origen de estos pastelillos llamados shortcakes que conocemos en la actualidad se remonta varios siglos atrás en la historia de la repostería británica (nada más y nada menos que al siglo XVI). Entre las primeras referencias escritas que encontramos aparecen, nada más y nada menos, una obra de William Shakespeare, The Merry Wives of Windsor (c. 1597) —donde uno de sus personajes se llama Alice Shortcake—, y un libro de recetas publicado en Inglaterra en 1594 que ya incluía un apartado denominado ‘To make short cakes‘ (esto es, ‘Hacer shortcakes‘).



Como veis, el término «shortcake» no tiene una traducción directa. El objeto en cuestión al que se ha referido ha ido variando de un lugar a otro y a lo largo de la historia (desde ya os digo que no tiene nada que ver con la altura de las tartas). Y por si el panorama no fuera suficientemente confuso, se le añade la particularidad de que no siempre ha sido fácil evitar la confusión con el término shortbread (otra delicia de la que ya os hablé hace algún tiempo). Conclusión, todo apunta a que el término “shortcake” deriva de una de las acepciones de la palabra «short» procedente del inglés antiguo, que hace referencia precisamente al hecho de añadir algún tipo de grasa (o shortening) —mantequilla o manteca— a la masa para conseguir una textura final no sólo más rica, sino también altamente friable, que se desmenuza y se funde en la boca. Vamos, una indecente exquisitez…
En EE.UU. las shortcakes, y más concretamente las strawberry shortcakes, han llegado a convertirse con el tiempo en un postre realmente popular, más popular incluso que en su país de origen. Los historiadores gastronómicos coinciden en datar este ya tradicional y aclamado postre —muy típico de la época estival— en el año 1847. Al parecer, el libro Ladies New Receipt Book de Miss Leslie, publicado ese mismo año, recoge la primera receta escrita de la que hay constancia bajo el nombre de «Strawberry Cake» (tarta de fresa) y aunque esta strawberry cake de la tal señorita Leslie ha ido variando sustancialmente con el tiempo, se considera la antecesora de las actuales strawberry shortcakes debido a su gran similitud. La tarta en cuestión consiste hoy por hoy en una base de textura hojaldrada hecha con una masa tipo biscuit —en el sentido americano del término (que es un panecillo similar a los scones, sólo que algo más dulce); en el británico «biscuit» significa simplemente «galleta»—, partida transversalmente por la mitad y rellena principalmente con fresas y nata montada la mayoría de las veces (no es inusual que también se añadan más fresas y más nata sobre la tarta).
En ocasiones, se emplean algunos otros tipos de fruta y hasta hay quien prepara la tarta base con una textura más abizcochada. Aun así, y pese a resultar deliciosas prácticamente todas las combinaciones, algunas incluso espectaculares, no hay rival para la sublime receta original de strawberry shortcakes. Y para ilustrar esta afirmación qué mejor que un buen dato anecdótico: allá por 1893 la revista Harpers Magazine, una de las publicaciones más antiguas de los EE.UU., ya escribió (expresión que se ha repetido en innumerables ocasiones desde entonces hasta la fecha):
«They give you good eating —strawberries and shortcake—, oh my!»
- 450 g (1 lb) de fresas
- 40 g (3 cucharadas) de azúcar blanco
- Ralladura de 1 limón mediano
- 85 g ( ¼ cup + 2 cucharadas ) de mantequilla sin sal, muy fría (+ mantequilla fundida extra para engrasar)
- 300 g (2⅓ cups) de harina de trigo de uso común (+ harina extra para amasar)
- 15 g (1 cucharada) de azúcar superfino (caster sugar)
- 2½ cucharaditas de levadura química (tipo Royal)
- ¼ cucharadita de sal
- 160 - 180 ml ( ⅔ - ¾ cup ) de nata líquida para montar (mín. 35% MG), muy fría (+ nata extra para pincelar)
- 1 cucharada de azúcar demerara, para espolvorear
- 240 ml (1 cup) de nata líquida para montar (mín. 35% MG), muy fría
- 50 g de azúcar glas
- 1 cucharadita de extracto puro de vainilla (o las semillas de una vaina de vainilla)
- Lavamos las fresas y retiramos los pedúnculos. Una vez limpias, las cortamos en cuartos (por la mitad si son pequeñas o en trozos más pequeños si son muy grandes).
- Separamos ⅓ aprox. de las fresas (las más maduras) en un cuenco mediano y las trituramos con un tenedor hasta obtener una especie de puré. No es necesario que quede muy fino.
- Añadimos entonces los trozos de fresas sin triturar al puré anterior así como el azúcar y la ralladura de limón. Mezclamos suavemente con una espátula de silicona o cuchara de madera, cubrimos con film transparente y dejamos macerar mientras preparamos nuestras shortcakes.
- Precalentamos el horno (eléctrico y sin aire) a 220ºC (425ºF) con calor arriba y abajo y colocamos la rejilla del horno en la parte central.
- Engrasamos ligeramente la bandeja del horno con un poco de mantequilla derretida y la ayuda de un pincel de repostería. Reservamos.
- En un cuenco de base amplia, tamizamos la harina junto con la levadura química. Añadimos entonces el azúcar superfino y la sal y lo combinamos todo bien con ayuda de unas varillas.
- Agregamos entonces la mantequilla, cortada en pequeños dados (¡siempre my fría!) y la trabajamos con los dedos o con la ayuda de un pastry blender hasta reducir visiblemente los dados de mantequilla a pequeñas esquirlas (como si la desmigajáramos); de esa manera nuestras shortcakes tendrán esa deseada textura hojaldrada por la que se caracterizan.
- Finalmente, incorporamos 160 ml ( ⅔ cup ) de la nata líquida (siempre fría también; reservamos los 20 ml restantes por si los necesitamos más adelante) y combinamos suavemente con una espátula hasta comprobar que la harina la ha absorbido por completo.
- Transferimos entonces la mezcla, aún bastante desligada, a una superficie de trabajo limpia y empezamos a compactarla con las manos con el mínimo de movimientos posible (no queremos que pierda totalmente el frío), plegándola sobre sí misma sólo lo justo hasta unificar todos los ingredientes en una masa suave y compacta (al principio puede parecer que la harina no acaba de unirse por completo, pero después de trabajar la masa un poco, empezará a ligarse todo poco a poco). MUY IMPORTANTE: Conviene recordar que si trabajamos en exceso la masa en este punto, acabaremos con una textura demasiado densa y pesada. (Aun así, es posible que necesitemos añadir algo más de nata, siempre fría, a mitad del proceso si vemos que no termina de quedar todo más o menos ligado.)
- Enharinamos ligeramente la superficie de trabajo y, con ayuda de rodillo de amasar, también enharinado, (o simplemente aplastándola con la palma de la mano si queremos un acabado más rústico) extendemos entonces la masa de manera uniforme hasta conseguir un grosor de unos 0,5 cm aprox. Trabajaremos con el rodillo siempre desde el centro hacia el exterior en cada dirección. Para evitar que la masa se pegue a la superficie de trabajo (y utilizar más harina de la necesaria), iremos girándola 90º tras cada pasada del rodillo.
- Con un cortapastas circular de unos 8 cm Ø (3⅙ inches) cortamos ocho discos de masa, presionándolo siempre firmemente hasta el final sin girarlo, pues de esa forma se romperían las capas hojaldradas de la masa y no subiría de manera uniforme.
- A continuación, colocamos la mitad de los discos sobre la bandeja del horno previamente engrasada y, con la ayuda de un pincel de repostería, pincelamos la superficie de cada uno con un poco de mantequilla fundida. Colocamos entonces los otros cuatro discos sobre los primeros, pincelamos ahora su superficie con un poco de nata y terminamos espolvoreando un poco de azúcar moreno (demerara) sobre ellos.
- Introducimos la bandeja en el horno y horneamos durante unos 15 minutos o hasta que hayan crecido visiblemente y hayan adquirido un bonito tono dorado en la superficie.
- Retiramos del horno y colocamos nuestras shortcakes sobre una rejilla enfriadora. Tan pronto como podamos manipularlas sin quemarnos, separamos cada mitad y pincelamos de nuevo el interior de cada disco de masa con más mantequilla fundida. Dejamos enfriar sobre la rejilla mientras montamos la nata.
- Vertemos la nata líquida restante en el cuenco de nuestra amasadora eléctrica, equipada con el accesorio de varillas (o en un cuenco amplio aparte) y empezamos a batir a velocidad media-alta hasta que empiece a coger consistencia.
- Seguidamente, añadimos el extracto de vainilla (o las semillas de la vaina de vainilla) a la nata semi montada.
- Incorporamos también el azúcar glas, previamente tamizado, y batimos de nuevo, ahora con suavidad, hasta que éste se disuelva por completo.
- Aumentamos entonces a velocidad alta y terminamos de montar la nata hasta que adquiera una consistencia más firme pero aún ligeramente cremosa para evitar que acabe resecándose o, peor aún, cortándose.
- Colocamos las bases de nuestras shortcakes sobre una fuente de servir y colocamos una cucharada generosa de nata montada sobre la superficie de cada una de ellas.
- Del mimo modo, añadimos una cucharada de las fresas maceradas sobre la nata montada y depositamos la parte superior de nuestras shortcakes con suavidad y sin presionar sobre las fresas.
- Para terminar, repetimos la operación anterior sobre la superficie de las shortcakes ya rellenas, es decir, repartimos entre las cuatro tartaletas primero la nata montada restante y sobre ésta las fresas maceradas que queden.
Servimos al momento.
- Los recortes de masa sobrantes los podemos reagrupar (plegándolos sobre sí mismos hasta formar una bola); los envolvemos en film transparente y papel de aluminio y congelamos hasta 2 meses. Se descongelan en el frigorífico durante toda la noche. A la mañana siguiente, con el rodillo volvemos a extender la masa (aún fría) y podemos sacar hasta 2 shortcakes más (quizás algo más pequeñas).
- Para extraer las semillas de la vaina de vainilla, utilizaremos un cuchillo bien afilado. Abrimos la vaina longitudinalmente y rascamos las semillas del interior de ambas partes suavemente con el canto del cuchillo.
- Para conseguir que nuestra nata se monte más fácilmente, mantendremos los utensilios que vayamos a utilizar (cuenco y varillas) refrigerados hasta su uso.
- Si lo preferimos, en lugar de preparar esta receta en versión individual, también podemos hacer una única tarta más grande. Tan sólo dividiremos la masa en dos y formaremos 2 círculos más grandes en lugar de cortar 8 círculos más pequeños. El tiempo de horneado aumentará ligeramente, así que hay que prestar especial atención para que no se nos quede cruda ni se nos cueza en exceso.
- Día nacional (EE.UU.) de las strawberry shortcakes: 14 de junio.
Fuentes: The Guardian, Davidson A., The Oxford Companion to Food, The stay at home chef, et. al.