Esta vez, y para cambiar un poco las tornas, os presento una receta de lo más autóctona. Se trata de la tradicional coca boba que, como su nombre ya sugiere, es facilísima de hacer...
El que más y el que menos atesora algún que otro recuerdo —quizás no muy lejano— frente a un buen bol de arroz con leche casero, pues sin duda es uno de esos postres característicamente nuestros que a tantos y tantos nos ha visto crecer...
Esta vez no pienso hablar de la vuelta a la rutina después de una buena panzada de fiestas navideñas, pero sí he de empezar con una advertencia muy seria;
Hay vida después de las vacaciones de verano. Y no tiene por qué ser más dura de lo estrictamente necesario. Así que aquí estoy hoy con mi pequeño homenaje a modo de resarcimiento.
Aunque en algunas latitudes las celebraciones navideñas ya hayan quedado atrás, en otras, sin embargo, seguimos preparando el próximo y último acto de estas fiestas: la noche de Reyes.
Desde que descubrí que para hacer estos dulces navideños en casa no había que pertenecer necesariamente a la Orden Secreta del Mantecao Sagrao, es decir, que cualquiera puede hacer una docena en un periquete, está escrito en alguna parte que, en cuanto llegan estas fechas (y este año se me ha hecho un poco tarde), comienza la temporada.
Todos hemos oído en numerosas ocasiones cómo se emplean los términos muffins, magdalenas (e incluso cupcakes) indistintamente —os confieso que mi yo más «terminólogo» se rebela internamente, pero ese es un tema para otro día.