Todos hemos oído en numerosas ocasiones cómo se emplean los términos muffins, magdalenas (e incluso cupcakes) indistintamente —os confieso que mi yo más «terminólogo» se rebela internamente, pero ese es un tema para otro día. A ver, no nos vamos a engañar, pues en según qué casos tienen más de un punto en común (y de dos). Pero como esta entrada está exclusivamente dedicada a las siempre-quedan-más-que-bien magdalenas caseras de toda la vida, no les vamos a restar protagonismo en su gran estreno, ¿verdad? (Si pincháis en los enlaces anteriores, encontraréis más info sobre el tema.)
Se nos acaba el verano. Lo asumo más o menos bien, sobre todo porque no veo el momento de sentir cómo refrescan las noches para echarme una rebequita por encima (sé lo que estáis pensando, pero ¡shhhh!, no lo digáis… Lo cierto es que por estos lares el calor puede llegar a ser verdaderamente insoportable ¡e interminable!). Y puesto que ya he cogido carrerilla con aquello de aprovisionarme para la llegada del fresquito y la rutina escolar, ¡magdalenas añadidas a la lista de desayunos y meriendas reposteros caseros! Y si encima van acompañadas de unas onzas de buen chocolate, queda la cosa redonda, no me digáis que no.
Lo sé, muchos no merendáis —ni siquiera tenéis que pensar en esta comida del día—, pero no penséis que por eso vais a quedaros ahí mirando. Para nada. Magdalenas para todos. Habrá que desayunar, ¿o no? ¿Ah, que eres de esas personas que no les entra nada en el cuerpo así, recién levantadas? Pues tampoco te libras. ¿A quién no le apetece de vez en cuando cenar un vaso de leche calentita con una magdalena casera? Vale, no eres muy de vaso de leche. Pues con chocolate. O mira, así, ¡a palo seco!
Y es que quedan bien con todo y a cualquier hora (como los buenos vaqueros); con helado, con café, con una taza de chocolate caliente (o frío), con leche, con unas natillas, por la mañana, a media mañana, por la tarde, por la noche, a media noche… Aun así, son tan entrañables que solas se bastan y se sobran para deleitarte un ratito cualquiera.
Os cuento. Desde pequeña, mi forma preferida de comerlas viene siendo así: cojo una, quito el papel poco a poco, viendo cómo se va despegando y dejando las marcas de sus pliegues en el bizcocho, arranco el copete con cuidado y me lo como despacito, con ese cruji-cruji azucarado (la mejor parte), dejo caer el resto dentro de un vaso de leche caliente (no me vale templada; caliente, caliente), me quedo contemplando cómo la leche la va anegando poco a poco y cómo la magdalena se va hundiendo, cojo una cuchara y me la empiezo a comer, cucharada a cucharada, hasta que no quedan ni las migas del fondo; y si al final aún queda leche, vuelvo a empezar. ¡Vaya, me han entrado unas ganas de que llegue el invierno ya, así de golpe…! Ya me arrepentiré luego, cuando eche de menos el calorcito y las sandalias de verano. No tengo remedio. Pero ahora me voy a desayunar. ¡Buenos días !
- 215 g (1⅔ cups) de harina de trigo de uso común
- 2 cucharaditas de levadura química (tipo Royal)
- Ralladura de un limón mediano (¡ojo, sólo la parte amarilla; la membrana blanca amarga!)
- ½ cucharadita de sal
- 150 g (¾ cup) de azúcar blanco (+ azúcar extra para espolvorear)
- 3 huevos (M)
- 125 ml (½ cup) de aceite de oliva suave
- 125 ml (½ cup) de leche entera
- 1 cucharadita de miel suave (opcional)*
- En un cuenco mediano mezclamos la harina, la levadura química, la ralladura de limón y la sal con ayuda de unas varillas hasta combinar todos los ingredientes secos de forma homogénea. Reservamos.
- En el cuenco de nuestra amasadora eléctrica, equipada con el accesorio de pala (o en un cuenco grande y unas varillas de mano) batimos a velocidad media-alta los huevos y el azúcar hasta blanquearlos, es decir, hasta que al menos tripliquen su volumen y adquieran una consistencia bien esponjosa y un color visiblemente más pálido. Aquí reside la clave para obtener una textura perfecta en nuestras magdalenas caseras, así que echad mano de toda la paciencia y el mimo que podáis en este paso.
- A continuación, bajamos la velocidad y agregamos el aceite en un hilillo progresivamente hasta obtener una mezcla algo pálida y de textura suave.
- Añadimos entonces la miel (si la vamos a usar) y la leche, también progresivamente y a velocidad baja, y mezclamos hasta combinarlo todo por completo. (Para evitar que la miel se nos pueda ir al fondo del cuenco debido a su densidad, a mí me gusta disolverla en la leche y lo añado todo junto.)
- Sin aumentar la velocidad, incorporamos los ingredientes secos que teníamos reservados (punto 2) en dos tandas y mezclamos sólo lo justo hasta que quede todo bien integrado.
- Cubrimos con film transparente e introducimos la mezcla en el frigorífico desde 2 horas hasta toda la noche.
- Cuando estemos preparados para hornear nuestras magdalenas, precalentamos el horno (eléctrico y sin aire) a 220ºC y colocamos la rejilla del horno a media altura.
- Preparamos un molde para magdalenas (individuales o en bandeja) con las cápsulas de papel.
- Retiramos la masa de nuestras magdalenas del frigorífico y la mezclamos de nuevo ligeramente con ayuda de una espátula de silicona. Reducimos la temperatura del horno a 200ºC.
- Llenamos las cápsulas hasta ¾ partes de su capacidad (una cuchara de helado nos puede servir de gran ayuda). Añadimos un poco de azúcar sobre cada una de nuestras magdalenas y horneamos durante unos 15-18 minutos aproximadamente (dependerá de cada horno) o hasta que se hayan dorado y crecido.
- Tras retirarlas del horno, las dejamos reposar dentro del molde unos 10 minutos antes de sacarlas y dejarlas enfriar por completo sobre una rejilla.
Se conservan varios días bien cubiertas a temperatura ambiente.
- Es muy importante utilizar algún tipo de molde rígido para contener las cápsulas de papel o de lo contrario estas se abrirían por el peso de la masa y nuestras magdalenas no se parecerían en nada a la forma que buscamos. Si no disponemos de bandeja para hornear magdalenas, podemos introducir las cápsulas de papel en flaneras individuales o utilizar directamente cápsulas de silicona.
- Con estas cantidades salen una docena de magdalenas de tamaño estándar (cápsulas para magdalenas de 7 cm de Ø).
NOTA de la autora: Receta editada el 3 de agosto, 2021.