Bueno, bueno y bueno. ¿Podría haber algo más suculento, fácil y rápido de preparar que esta receta de blackberry crumble bars (vale, además de un bocadillo)? Difícilmente. Pues os diré que, después del atracón de pretzels —¡bendito atracón!— de la semana pasada, me pasó algo poco habitual en mí: me entró así como una especie de gusa de algo rico y jugoso, suculento y denso, lleno de textura… Tenía que ser dulce, pero también necesitaba un toque ácido.
No, en serio, no os miento si os digo que no soy una persona propensa a lo dulce por inclinación natural; si me plantas delante un buen bocadillo de buen pan y buen jamón serrano con un buen aceite de oliva, ya no soy capaz de ver nada más a mi alrededor, se me nubla el juicio y no conozco a nadie. Aunque con esta receta (y alguna que otra debilidad más por ahí), todo cambia. Para empezar, todo con frutos del bosque es mejor. Si además en 15 minutos lo tienes en el horno, ¿qué me decís? Y si encima rematamos la faena con un fabuloso crumble como éste, os aseguro que no hay lugar para objeciones.
Y mientras me ponía manos a la obra a ver qué receta se me ocurría que reuniera todas esas condiciones, me vino a la cabeza la expresión «sweet tooth» en inglés («diente dulce», literalmente), algo así como una afición por lo dulce, el hecho de ser uno goloso. ¿No os parece una expresión la mar de «salada» 😉 ? Una cosa llevó a la otra y acabé recordando una novela de un autor inglés al que trato de seguir bien de cerca, Ian McEwan. ¿Adivináis el título? Exactamente, Sweet Tooth. Qué buen título, ¿verdad?
Pues cuando me topé con ella, no me lo pensé dos veces y me la compré. La leí casi en una sentada a pesar de que es medio larga. Os podéis imaginar lo que me enganchó, pero… ¡ahí no había ni una sola referencia a nada dulce! (siento el spoiler, aunque a poco que leáis la sinopsis —cosa que, obviamente, yo no hice con las prisas— os dais cuenta de que los tiros no van por ahí). Se trata de una historia ambientada en en seno del MI5 en la Inglaterra de los años 70. ¿Os gustan las buenas historias de espías? A mí me encantan. Pero lo que más me gustó de esta pequeña anécdota fue que iba esperando algo que resultó ser otra cosa que acabé disfrutando tanto o más. Hay «desengaños» que merece la pena experimentar. Y otra buena noticia es que por fin se tradujo al español: Operación Dulce, la han llamado, no sé muy bien si acertadamente o no. Si alguien se lanza algún día, ya me dirá.
Y si os cuento todas estas batallitas sobre los libros que forman una parte de mis días, no es para convenceros de que vayáis corriendo a haceros con una copia y os la leáis a la de ya. Al igual que me entusiasma compartir mis recetas con vosotros, creo que un buen libro (o uno que a nosotros nos parezca lo suficientemente bueno, por la razón que sea) es una de esas experiencias ideales para compartir. Pero no temáis, que no me voy a poner aquí a diseccionar cada libro leído como si de una receta se tratara. ¡Esto sería el cuento de nunca acabar! A lo que vamos.
Pero si hay algo que sí que os puedo garantizar, es que no he llamado a estas delicias así por simple casualidad o a falta de otro nombre mejor. ¿Qué? ¿Aún no me creéis? Pues no os queda más que comprobarlo por vosotros mismos. ¿Quién se anima?
- 300 g (1½ cups) de azúcar blanco
- Ralladura (sólo la piel, no la parte blanca, pues amarga) y zumo de 1 limón mediano
- 390 g (3 cups) de harina de trigo floja
- 1½ cucharaditas de levadura química (tipo Royal)
- ½ cucharadita de sal
- 225 g (1 cup - 2 sticks) de mantequilla sin sal, bien fría
- 1 huevo (M), ligeramente batido
- 4 cucharaditas de harina fina de maíz (tipo Maizena)
- 560 g (4 cups) de moras
- Precalentamos el horno (eléctrico) a 190ºC y colocamos la rejilla a media altura.
- Engrasamos un molde rectangular apto para horno de 23 x 33 cm aprox. y reservamos.
- En un cuenco mediano, mezclamos 200 g del azúcar con la ralladura de limón. Lo ideal es emplear los dedos, de manera que el azúcar se impregne bien con los aceites de la piel del limón.
- En un cuenco grande, mezclamos el azúcar con la ralladura de limón, la harina de trigo, la levadura química y la sal con ayuda de unas varillas hasta combinar por completo.
- Añadimos la mantequilla fría, cortada a daditos pequeños, y el huevo, ligeramente batido, y mezclamos hasta integrar toda la harina con la ayuda de dos cuchillos o un pastry blender. Obtendremos un montón de migas de distintos tamaños.
- Extendemos la mitad de la mezcla anterior en el molde y presionamos con la palma de la mano para que cubra y rellene cada centímetro y cada rincón.
- En el cuenco mediano que nos ha quedado libre, mezclamos el resto del azúcar (100 g), la harina fina de maíz y el zumo de limón con unas varillas hasta obtener una especie de glaseado bien homogéneo (quedará bastante líquido).
- A continuación, añadimos las moras al glaseado anterior y las mezclamos suavemente con una espátula de silicona o cuchara de madera, empleando movimientos envolventes para no romper la fruta hasta combinar bien todos los ingredientes. (Si usas moras congeladas, no es necesario descongelarlas previamente).
- Cubrimos el molde preparado con la masa (punto 6) con la mezcla de moras y las repartimos con cuidado por toda la superficie de manera uniforme.
- Finalmente, espolvoreamos el resto de masa a modo de streusel sobre la fruta, también de manera uniforme, hasta cubrirla lo máximo posible (esta vez sin presionar).
- Horneamos durante 45 minutos o hasta que la superficie haya adquirido un tono dorado y la fruta borbotee entre la masa.
- Dejamos enfriar dentro del molde por completo sobre una rejilla antes de cortar en porciones.
Se conservan bien tapadas a temperatura ambiente durante unos 2-3 días.
- La receta original es con arándanos (por cierto, que ha de estar de muerte, estoy convencida porque adoro los arándanos!). Yo opté por las moras porque no los encontré congelados (en España, esta fruta fresca en estas cantidades te puede salir por un ojo de la cara 😉 ). Pero os aseguro que mis "Delicias de mora" no tienen igual (aunque quede regular que lo diga yo...). Para prueba el tiempo que duraron en casa: entre 0,5 y 4,2 minutos.
- Obviamente, si haces las porciones la mitad de pequeñas que yo, te saldrán el doble como en la receta original. A mí me parecen demasiado diminutas.
Receta adaptada de las Blueberry Crumb Bars de Smitten Kitchen