No es la primera vez que os cuento lo que me gusta a mí un desayuno bien nutrido de cosas ricas. Es, con diferencia, la comida que más disfruto del día y, aunque muy a mi pesar no es habitual empezar de esta guisa a diario —pese a lo que se pueda llegar a imaginar al otro lado de la pantalla...
Siempre que se presenta, me parece una buena ocasión volver sobre la cuestión de lo que hace que un muffin sea un muffin, un cupcake un cupcake y una magdalena, precisamente eso, una magdalena. Y aunque haya similitudes evidentes entre sí...
Despedir un año y dar la bienvenida a otro nuevo suele ser motivo de ilusión, expectativas, sentimientos a flor de piel... Sin embargo, mientras nuestro espíritu se alimenta de todas estas acaloradas emociones...
La receta que estrenamos esta semana ha supuesto toda una revolución en casa. Es posible que ahora mismo algunos estéis pensando que prácticamente así es con cada una de ellas. Y no andáis muy desencaminados; eso es lo que tiene probar cosas nuevas y distintas con cada publicación.
Serán las vacaciones, la primavera o una tendencia natural, pero últimamente hay algo que me apetece por encima de todo lo demás y es cocinar y disfrutar del desayuno hasta bien entrado el día (es decir, durante toda la mañana).
Os confieso que la receta de hoy ha sido uno de mis últimos felices descubrimientos. Se trata de todo un decadente, irresistible y perfectamente acompañado Apple Dutch Baby. Sólo el nombre ya me cautivó, pese a que puede que sea uno de los platos de apariencia menos fotogénica que haya hecho hasta la fecha...
Que un siempre entrañable y codiciado apple pie es todo alborozo tan pronto como aparece en escena, es difícil discutirlo. Su sola presencia ya trae consigo un sinfín de sensaciones y augurios que a mí, personalmente, me condicionan al instante a aguardar lo que esté por venir con la mejor de las predisposiciones...