Uno de los últimos y más reveladores descubrimientos en cuanto a recetas se refiere, fue darme cuenta de que el placer de saborear un buen gofre no tenía por qué acabar después de probar la clásica y venerada versión por todos conocida: los tradicionales gofres belgas.
Soy consciente de que últimamente, el pan, de una forma u otra, no deja de protagonizar las nuevas publicaciones del blog.
Y por fin la receta que siempre he querido preparar creo que casi desde el primer día que empecé en esto de la repostería;
No sé de nadie hasta la fecha que no sea capaz de disfrutar de una buena ración de tortitas cubiertas de una no menos generosa dosis de sirope, deslizándose indecorosamente por los costados.
Hace ya casi un año que hice mi primer Monkey Bread (o «pan de mono») y desde entonces, en casa de no dejan de recordarme lo buenísimo que estaba y lo mucho que llevan sin probarlo.
Se acabaron las mañanas interminables en las que el desayuno podía recrearse a sus anchas. Se acabó esa doble taza de café porque sí, porque nadie nos esperaba.
Sí, lo sé, vaya título para unos muffins. Pero es que se trata de una receta muy especial; estos muffins integrales de calabaza que os traigo hoy son mi primera aventura repostera sin azúcar (y después del escándalo de tarta de la receta anterior había que expiar tanto exceso…).