No sé de nadie hasta la fecha que no sea capaz de disfrutar de una buena ración de tortitas cubiertas de una no menos generosa dosis de sirope, deslizándose indecorosamente por los costados. He de confesar que las tortitas de buttermilk son mis favoritas absolutas, pero estas tortitas de trigo sarraceno son algo a tener en cuenta sin lugar a dudas.
Para empezar, la cuestión es que el trigo sarraceno (también llamado alforfón, trigo o grano turco, trigo árabe o trigo negro, entre otros) no es trigo en realidad; de hecho no se trata ni de un tipo de grano, sino más bien una semilla. Es más, la planta del alforfón está más emparentada con la de ruibarbo que con la de trigo. Es un ingrediente sorprendentemente sabroso y nutritivo, 100% libre de gluten, altamente apreciado por sus beneficiosas propiedades; considerado «la reina de la proteína vegetal», es una fuente importante de energía, manganeso, magnesio, vitaminas, hierro y fibra alimentaria entre otros.
La denominación «trigo sarraceno» deriva de la palabra latina «Sarrac?ni«, y su significado es equivalente a «habitantes del desierto» (también «árabe» o «mahometano»). Las distintas denominaciones con las que nos encontramos tienen que ver con su introducción en Europa en el siglo XIII a través de mongoles, turcos y cruzados, aunque es originario de Asia central. Convertido en harina, se puede encontrar en varios formatos; más claro y más oscuro, siendo este último más nutritivo que el primero. Puesto que no contiene gluten, es habitual combinarlo con otras harinas ricas en esta glicoproteína (como la harina de trigo) para utilizarlo en repostería y, sobre todo, en la elaboración de pan.
Entre algunos de los usos más populares de la harina de este trigo sarraceno, están los famosos crêpes o las galettes franceses, los fideos soba japoneses, los pizzoccheri italianos, los clásicos chapatis hindúes, los blinis rusos y, en EEUU, los pancakes con este mismo nombre (como los que os traigo hoy); una auténtica delicia. Así que, no me digáis que no estáis dispuestos a elevar vuestro desayuno a un nivel superior con un buen plato de tortitas de trigo sarraceno, aderezadas con vuestro acompañamiento preferido. Si os digo la verdad, soy incapaz de pensar en tortitas sin añadir al cuadro una generosa ración de sirope de arce y un buen puñado de frutos rojos (preferiblemente, arándanos) para terminar de rematarlo todo. Lo cierto es que podría utilizar sirope de arce casi con cualquier plato. ¿Habéis probado a cubrir con él vuestro asado de carne o solomillo de cerdo? Impresionante. De verdad.
Y como la gran amante de las tortitas que soy, auguro nuevas y futuras versiones de este delicioso y sencillo manjar. Así que, si tú también lo eres, asegúrate de quedarte por aquí y seguir de cerca cada receta. Los desayunos más irresistibles están garantizados.
- 90 g ( ¾ cup ) de harina de trigo sarraceno
- 65 g ( ½ cup ) de harina de trigo floja
- 30 g (2 cucharadas) de azúcar blanco
- 1½ cucharaditas de levadura química (tipo Royal)
- ¼ cucharadita de sal
- ¼ cucharadita de canela molida (opcional)
- 1 huevo (M)
- 240 ml (1 cup) de leche
- 45 ml (3 cucharadas) de aceite de girasol
- ½ cucharadita de extracto puro de vainilla
- 10 g (1 cucharada colmada) de copos de avena, extra tiernos o suaves
- 60 ml ( ¼ cup ) de agua
- Mantequilla sin sal, para engrasar (una nuez será suficiente)
- Empezamos cociendo los copos de avena con el agua en un cazo pequeño (o incluso al microondas) a fuego medio durante unos 5 minutos, hasta que hayan absorbido prácticamente toda el agua. Dejamos reposar mientras se templan.
- En un cuenco mediano, mezclamos bien todos los ingredientes secos (harinas, azúcar, levadura, sal y canela, en caso de usarla) con ayuda de unas varillas. Hacemos un hueco en el centro y reservamos.
- En otro cuenco mediano aparte, mezclamos igualmente los ingredientes húmedos: huevo, leche, aceite, extracto de vainilla y avena cocida. Removemos hasta que quede todo perfectamente combinado y añadimos al cuenco con los ingredientes secos.
- Removemos con ayuda de una espátula de silicona (o cuchara de madera) hasta que los ingredientes secos se hayan hidratado, pero sin mezclar en exceso, sólo lo justo hasta que queden ambos bien integrados. No pasa nada si quedan algunos pequeños grumos (si mezclamos de más, nuestras tortitas quedarán demasiado densas).
- Calentamos a temperatura media-alta una sartén o una plancha eléctrica a unos 180ºC. Un truco para saber cuándo está lo suficientemente caliente es salpicar con los dedos unas gotas de agua sobre la superficie; si lo está, éstas rebotarán hasta desaparecer.
- Untamos la sartén (o plancha) ligeramente con mantequilla (también podemos usar spray antiadherente o aceite vegetal) y dejamos caer la masa directamente sobre la superficie hasta conseguir el tamaño deseado (unos 60 ml ( ¼ cup ) para tortitas de 10 cm de Ø y unos 80 ml ( ⅓ cup ) para tortitas de 15 cm de Ø). Cuando la cara inferior esté dorada y empiecen a aparecer burbujas en la cara superior (2-3 minutos aprox.), les damos la vuelta con una espátula plana. Las cocinamos 1-2 minutos más hasta que también se doren por la otra cara. Yo suelo hacerlas de una en una en sartén, pero si usamos una plancha, podremos hacer varias al mismo tiempo.
- Repetimos este último paso con el resto de la masa, engrasando de nuevo la sartén (o plancha) antes de cada nueva tanda. Es importante eliminar cualquier resto de masa de tortitas anteriores (o de mantequilla quemada) para que no se adhiera a las nuevas tortitas.
- Servimos inmediatamente.
Podemos acompañarlas con nuestros ingredientes favoritos: sirope de arce (mi favoritísimo!), mantequilla, mermelada, mantequilla de cacahuete, crema de cacao, miel, frutos rojos, helado... O una combinación de varios.
Receta adaptada del libro Nueva York. Recetas De Culto, Marc Grossman.
Fuente (entre otras):
– The world’s healthiest foods