Estoy segura casi al 100% de que nunca había probado una tarta de chocolate que no fuera el típico (y delicioso) pastel de chocolate. Lo que sí que no podría ni determinar con precisión son cuántas tazas de té Earl Grey me habré tomado en mi vida, y parece que nunca son suficientes. Así que un día me dije, ¿por qué no hacer algo nuevo y diferente con todo este delicioso té negro, siempre presente en casa? Y bueno, aquí está la respuesta.
El resultado no podía haber sido más apoteósico; una experiencia verdaderamente gratificante y sorprendente, algo fuera de este mundo.
Pues a pesar de lo increíblemente sencilla que es su elaboración, pues requiere unos cuantos ingredientes generalmente presentes casi en cualquier despensa y muy poco esfuerzo, esta tarta es todo un acierto. Tiene una textura difícilmente equiparable; suave y delicada, pero al mismo tiempo, un sabor potente y exquisito. Su masa hojaldrada contrasta perfectamente tanto con la cremosidad como con los fantásticos matices de la bergamota, presente en este tipo de té, del relleno de chocolate, lo que hace de esta tarta una combinación única.
Las muchas virtudes de esta tarta la hacen especialmente idónea para amenizar estos días de frío helador. Pero también hace su papel a la perfección a la hora de poner el broche final a cualquier evento o celebración. ¿Y por qué no? Ya que San Valentín está a la vuelta de la esquina, tanto si lo celebras en pareja como si no, no se me ocurre una mejor forma de pasar el día que dando cuenta de una buena y merecida dosis de buen chocolate.
O simplemente porque sí. Ni el chocolate ni un buen té requieren mayores excusas para alegrar el día más gris. Así que os recomiendo de todas todas que empecéis leyéndoos la receta de principio a fin, salgáis corriendo, si fuera necesario, a comprar lo que sea que os falte y acabéis por daros un homenaje, dejándoos seducir por uno de los bocados más exquisitos que probarás jamás.
- 30 g (2 cucharadas) de mantequilla sin sal
- 300 g (10½ oz) de chocolate negro de buena calidad, mín. 50% cacao (yo he usado Chocolate Puro de Valor)
- 240 ml (1 cup) de nata líquida para montar (mín. 35% MG)
- 25 g (2 cucharadas) de azúcar blanco
- ¼ cucharadita de sal
- 12 g de té Earl Grey en hojas sueltas (o 2 bolsitas)
Ver receta de la "Masa quebrada dulce" aquí.
Esta receta requiere un prehorneado completo, es decir, hornearemos la masa a ciegas durante 30 minutos. Dejamos enfriar totalmente sobre una rejilla.
- Troceamos el chocolate en pedazos, más o menos pequeños, y lo colocamos junto con la mantequilla en un cuenco mediano resistente al calor. Reservamos.
- Colocamos la nata líquida, el azúcar y la sal en un cazo mediano a fuego medio y removemos con unas varillas hasta que el azúcar se haya disuelto.
- Añadimos a continuación las hojas sueltas de té (o las bolsitas) y seguimos removiendo con frecuencia para que éste libere todo su sabor (si hemos utilizado bolsitas de té, las iremos presionando repetidamente; no es problema si se rompen).
- Llevamos a ebullición e inmediatamente vertemos la nata infusionada sobre el chocolate troceado y la mantequilla a través de un colador para desechar así los restos de hojas de té. Presionamos bien los restos de té (o bolsitas) con el reverso de una cucharilla para aprovechar hasta la última gota de sabor. Dejamos reposar sin remover durante un par de minutos.
- A continuación, con ayuda de una espátula de silicona, removemos suavemente hasta obtener una ganache homogénea y brillante. Es importante emplear movimientos suaves y envolventes a la hora de mezclar nuestra ganache y evitar así incorporar aire a la mezcla para que no se formen burbujas, que quedarían atrapadas en el interior conforme se vaya solidificando.
- Vertemos la ganache aún caliente sobre la base prehorneada ya fría, procurando que llegue de manera uniforme a todos los rincones, para lo cual moveremos ligeramente y con mucha suavidad el molde en todas las direcciones y, si fuera necesario, alisaremos la superficie con una pequeña espátula angulada, previamente templada con agua caliente (que secaremos bien antes de usarla).
- Dejamos que se enfríe sobre una rejilla a temperatura ambiente durante 1½ - 2 horas. Pasado este tiempo, la refrigeramos durante al menos 1-2 horas más.
- Una vez perfectamente refrigerada y cuajada, desmoldamos nuestra tarta, aunque no retiraremos la base del molde para evitar que se rompa.
- A la hora de servirla, la cortaremos con un cuchillo largo y bien afilado. Podemos acompañarla con un poco de nata montada (una combinación espectacular), helado o incluso cualquier fruta, preferiblemente con un toque ácido, de nuestra elección.
Se conserva refrigerada durante 2-3 días bien cubierta.
- Si tienes otras preferencias en cuanto al té, prueba a aromatizar esta tarta con tu té favorito. Obviamente, también puedes prescindir de él por completo.
- Si, por el contrario, necesitas una dosis mayor de té, no te cortes y añade otros 6 g (u otra bolsita de té) extra.
- En caso de que haya sobrado algo de masa, recuerda que admite perfectamente la congelación; sólo has de formar una bola bien lisa con los recortes y envolverla en film transparente primero y papel de aluminio después. Se conserva en el congelador unos 2-3 meses (recuerda etiquetarla!).