Lo creáis o no, en casa no suele haber tarta más que en contadas ocasiones, y éstas no siempre han de coincidir necesariamente con celebraciones señaladas. Vamos, que se come tarta cuando hay tarta y cuando no, no. Sin más. Sí que es verdad que, por ningún motivo en particular, de un tiempo a esta parte ha habido menos presencia de tartas que en otros tiempos. Quizás es por eso que últimamente tengo la extraña sensación de que algo andaba faltando por aquí, y hasta creo que ya creía discernir cómo una tenue vocecilla en mi interior repetía incesante «haz una tarta«, «haz una tarta«, «haz una tarta«… Y claro, antes de que semejante desvarío fuera a más, no me ha quedado otra que ponerme manos a la obra y hacer, efectivamente, una tarta. Pues bien, finalmente tarta ha habido, sí, de chocolate para más señas y clamor generalizado, aunque, como me resistía a cumplir al pie de la letra tan delirante exigencia, en un arranque de rebeldía le he dado una vuelta de tuerca al asunto y me he reservado una pequeña sorpresa, a saber, en lugar del archiconocido formato layer cake, la he puesto firme y he preparado una tarta vertical que es, sencillamente, la sensación del momento en casa. Seguidme y lo comprobaréis por vosotros mismos…
El proceso para lograr esta verticalidad es del todo sencillo; bastará con preparar una plancha de bizcocho e ir enrollándola sobre sí misma con un mínimo de maña o pericia (no será necesario sacar del trastero la escuadra, el cartabón y el nivel, pero oye, cada cual lleva su cota de perfeccionismo hasta donde le parece ¿no creéis?).
Y una vez asimilada la técnica, nada nos impide aplicar los mismos pasos que emplearíamos para preparar cualquier tarta vertical que se nos ocurra: variar los sabores, añadir ingredientes adicionales (fruta, frutos secos, aromas, etc.), combinar distintos rellenos o coberturas, decorarla de tal o cual manera… El caso es sacarle todo el partido a esa vena creativo-repostera y disfrutar del resultado en la mejor compañía. Porque una tarta, ya sea como excusa o como finalidad, invita indudablemente a reunirte con los tuyos, independientemente de la ocasión o el motivo.
El chocolate, aunque también tiene sus detractores o seguidores menos entusiastas, suele ser una apuesta casi segura, así que me pareció una buena forma de empezar a «verticalizar» mis tartas. La combinación de chocolate y fruta, además, siempre me ha parecido todo un acierto, así que me planté en la frutería con la certeza de que daría con la opción perfecta. Y así fue; en cuanto vi estas fresitas silvestres no lo dudé un instante y me hice con un buen alijo (contando con que algunas, sin lugar a dudas, van a ir cayendo por el camino o durante le proceso…). Aun así, he de confesaros un pequeño desacierto por mi parte; mi intención primera era incluir las fresas tanto en el relleno como en la decoración final. Ahora intentad imaginarme en pleno proceso de montaje de la tarta: saco mi regla para cortar el bizcocho en partes iguales, empiezo a aplicar la crema del relleno con mi espátula concienzudamente para que quede bien repartida y nivelada, me dispongo a enrollar los bizcochos procurando que queden bien rectos y encajados, paso a recubrirlo todo, alisando bien cada superficie, y mientras tanto voy pensando para mis adentros «hay que ver qué aroma tan increíble tienen estas fresas; me las comía todas ya si no tuviera que añadirlas en la tarta…» Efectivamente, ¡no las añadí!, las tenía justo delante y me doy cuenta en el momento en que acabo de darle el último toque de espátula a la cobertura. Así que mi idea de tarta vertical de chcolate y fresitas silvestres quedó en eso, en tarta vertical de chocolate. NOTA: Aún no se ha quejado nadie…
¿No os ha pasado nunca algo así? Inexplicable… Pero no importa, ración extra de fresas en cada plato y arreglado. Et voilà! Llega la hora de cortar el primer trozo de la susodicha tarta vertical y este es el panorama que nos espera. ¿Te animas entonces a poner en pie tus tartas? 😉
- 25 g de mantequilla sin sal
- 4 huevos (L)
- 120 g de azúcar blanco
- 100 g de harina de trigo de uso común
- 20 g de cacao puro en polvo
- ¼ cucharadita de sal
- 250 g de queso Mascarpone, refrigerado
- 150 g de azúcar glas
- 30 g (5 cucharadas) de cacao puro en polvo sin azúcar
- 1 cucharadita de extracto puro de vainilla
- 500 ml de nata líquida para montar (mín. 35% MG), muy fría
- Precalentamos el horno (eléctrico y sin aire) a 180ºC (350ºF).
- Para empezar, derretimos la mantequilla en un cuenco pequeño y reservamos para que se vaya templando a temperatura ambiente.
- A continuación, engrasamos la base de la bandeja del horno (o una bandeja especial para brazo gitano de unos 30 x 40 cm), la recubrimos con papel vegetal de hornear y volvemos a engrasar.
- En un cuenco mediano tamizamos juntos la harina, el cacao y la sal. Reservamos.
- Seguidamente, en el cuenco de nuestra amasadora eléctrica, equipada con el accesorio de varillas (o en un cuenco amplio aparte y la ayuda de unas varillas manuales o eléctricas), batimos enérgicamente los huevos junto con el azúcar a velocidad alta durante unos 5-7 minutos (algo más si lo hacemos a mano) hasta que la mezcla haya triplicado su volumen inicial y haya adquirido una textura bien esponjosa, ligera y visiblemente más pálida.
- Seguidamente, incorporamos la mezcla de harina, el cacao y la sal, tamizándolo todo una vez más directamente sobre la mezcla de huevos y azúcar y mezclamos, ahora ya a mano con la ayuda de una espátula de silicona o cuchara de madera, después de cada adición empleando siempre movimientos suaves y envolventes para evitar que se pierda todo el volumen que hemos conseguido justo hasta que desaparezca el último rastro de harina.
- Finalmente, añadimos la mantequilla derretida y ya templada y mezclamos de nuevo con suavidad hasta que quede integrada.
- A continuación, vertemos la mezcla en la bandeja del horno que teníamos preparada y alisamos la superficie con ayuda de una espátula larga, asegurándonos de que llega a los cuatro rincones. Una vez lista, damos unos pequeños golpecitos a la bandeja contra la superficie de trabajo para que se liberen las burbujitas de aire que hayan podido quedarse en el interior.
- Finalmente, introducimos la bandeja del horno en la posición central y horneamos durante unos 15-18 minutos hasta que la superficie pierda toda la humedad y al pinchar con un palillo en el centro del bizcocho, éste salga limpio de migas.
- Retiramos la bandeja del horno y, si fuera necesario, despegamos el bizcocho de los laterales con ayuda de un pequeño cuchillo. Ahora, con mucho cuidado de no quemarnos, volteamos de inmediato la bandeja el bizcocho sobre un nuevo pliego de papel vegetal de hornear que la cubra por completo, retiramos la bandeja asegurándonos de que no ha quedado ningún resto de bizcocho pegado, quitamos el papel de la base y vamos enrollando la plancha de bizcocho sobre sí misma junto con el nuevo pliego de papel, ajustando pero sin apretar.
- Dejamos enfriar por completo el bizcocho enrollado para que coja bien la forma sobre una rejilla antes de rellenar.
- Una vez frío el bizcocho, empezamos a preparar el relleno. Empezamos tamizando el azúcar glas junto con el cacao. Reservamos.
- En el cuenco de nuestra amasadora eléctrica, equipada con el accesorio de pala (o en un cuenco amplio aparte), batimos con suavidad el queso Mascarpone durante un par de minutos hasta que adquiera una textura suave y sin grumos.
- Agregamos entonces el azúcar glas y el cacao gradualmente mientras seguimos mezclando con suavidad hasta conseguir una textura homogénea.
- Seguidamente, añadimos el extracto de vainilla y mezclamos de nuevo hasta combinar por completo.
- Cambiamos ahora al accesorio de varillas (es de gran ayuda haberlo refrigerado previamente), y vamos añadiendo poco a poco la nata líquida mientras batimos, primero con suavidad para que se integre en la mezcla y, una vez más o menos combinado todo, a velocidad alta hasta que la nata se monte y logremos una consistencia nos permita extenderla sobre el bizcocho. Atención: si nos excedemos batiendo, el calor generado arruinará nuestro relleno. IMPORTANTE: Si la nata que vamos a usar tarda en montarse (no llega a 35% de MG), es mejor que la montemos en un cuenco aparte y la añadamos una vez montada a la mezcla de queso y azúcar, integrándola suavemente a mano con una espátula de silicona.
- Una vez frío, desenrollamos el bizcocho con cuidado de no romperlo, retiramos el papel y lo cortamos a lo ancho justo por la mitad; hemos de acabar con dos rectángulos de unos 15×40 cm cada uno*.
- Con la ayuda de una espátula larga, extendemos ½ del relleno recién hecho repartido a partes iguales sobre cada uno de ellos (¼ de relleno para cada rectángulo).
- A continuación, enrollamos uno de los rectángulos sobre sí mismo, ajustando bien, pero sin apretar en exceso, y lo colocamos en posición vertical sobre un plato o fuente de servir. Seguidamente, lo recubrimos con el otro rectángulo, envolviéndolo alrededor del primero, siguiendo el círculo en el punto donde quedó el corte del anterior. Para que evitar el escalón al final de la última pieza, podemos rebajarlo cortándolo con un cuchillo en diagonal.
- Para terminar, recubrimos el exterior (superficie y laterales) con el resto del relleno y alisamos con ayuda de una espátula larga o alisador de tartas.
- Finalmente, decoramos nuestra tarta vertical según nuestra preferencia personal.
Se conserva refrigerada y bien cubierta 3-4 días; a la hora de servir, retiraremos del frigorífico unos 10 minutos antes de cortar.