Lo creáis o no, en casa no suele haber tarta más que en contadas ocasiones, y éstas no siempre han de coincidir necesariamente con celebraciones señaladas.
Estoy segura casi al 100% de que nunca había probado una tarta de chocolate que no fuera el típico (y delicioso) pastel de chocolate.
Otra tarta. Otra layer cake. Una más que decadente e indecente Black Forest Cake o Tarta Selva Negra (o gateâu o torte, según la latitud).
Cómo me gusta celebrar. ¿Lo habíais notado? Lo que sea, cualquier ocasión me vale; que es viernes, que sale el sol, que llueve, que he terminado un libro, que estrenan la peli que estaba esperando, que nos vamos de viaje (o que volvemos a casa), que quedo con esa amiga a la que veo de uvas a peras…
En casa reservamos las celebraciones importantes para ponernos manos a la obra con una nueva layer cake. Siempre supone todo un reto y una aventura, pues según sea el tipo de celebración o la persona a la que vaya destinada, hay que pensar en un tipo de tarta u otro, el sabor, el color, la cobertura (si va a llevar), la decoración…
A todos esos «chocoadictos» que me seguís, que sé que sois un buen número, esta receta os va a dejar boquiabiertos y ojipláticos.
Muchos ya la conoceréis y sabréis que esta tarta es todo un clásico dentro de la historia de las tartas americanas, pero no temáis, no os voy a soltar el rollo completo esta vez, que la receta se extiende ya bastante.