Desde que descubrí esta por lo general desconocida hortaliza (o fruta para algunos), es ver ruibarbo en la frutería —no precisamente el chico más popular del lugar— y no poder resistirme a comprarlo y preparar algo con él...
Esta nueva entrega no podría empezar mejor. Y es que estoy entusiasmada ante la perspectiva de poder desmenuzar una nueva historia culinaria en torno a un venerado postre ancestral que ha vencido con gallardía el desafío del paso del tiempo...
Supongamos que nos apetece algo realmente exquisito, especial. Supongamos también que nos encontramos en ese punto en el que no estamos para añadir más desafíos al día a día...
Lo creáis o no, en casa no suele haber tarta más que en contadas ocasiones, y éstas no siempre han de coincidir necesariamente con celebraciones señaladas.
Indudablemente las fresas forman parte de muchas de nuestras rutinas en un sinfín de formas, en el desayuno, pausas a media mañana, en el postre, helados, batidos, mermeladas, tartas, ensaladas...
Probablemente un crumble (también conocido como crisp en ocasiones) sea uno de los platos más sencillos de preparar, sencillez directamente proporcional con las alegrías nos da a la hora de zampárnoslo...
Me doy cuenta, no sin cierta sorpresa, de que hace una cantidad de tiempo absolutamente indecente que no preparaba un bundt cake para el blog. No me lo explico. O sí...