Si alguna vez ha surgido la memorable ocasión y has preparado y/o te has zampado unos célebres y y no menos venerados cinnamon rolls, entonces comprenderás el porqué de estos gofres de rollos de canela (o cinnamon roll waffles). Una solución sencilla y rápida para disfrutar de la experiencia de ese bocado formidable del que tanto apetece disfrutar a menudo pero sin necesidad de pasar por todo el proceso de amasado, levado, formado y horneado de los susodichos rollitos de canela. ¿No os parecen simplemente lo más?
Para conseguir la cuadratura del círculo y llegar a disfrutar del espectáculo al completo, imprescindible acompañar estos gofres de rollos de canela con un suculento glaseado que culminará la escena con el más feliz de los finales felices. Indecente visión a más no poder, me hago cargo…
Han sido varias las tentativas hasta conseguir llegar al mencionado final feliz. Prueba y error tras prueba y error han demostrado una vez más que no hay como empeñarse en querer convertir en realidad la idea que tan claramente tu perversa imaginación ha previsualizado —aun más, degustado antes siquiera de hincarle el diente— y con la que te ha perseguido incansable día y noche hasta dar con la forma de traducirla en el objeto de tu deseo. ¿Ofuscamiento? ¿Fijación? ¿Simple cabezonería? Probablemente. No estaríamos aquí hoy si no… 😉
Y es que el relleno de estos gofres de rollos de canela es la clave fundamental para poder considerarlos realmente una digna y fiel alternativa a aquellos genuinos y apreciados cinnamon rolls. Prepararlo no entraña ninguna dificultad en sí, el verdadero reto se presenta a la hora de mantenerlo en el interior, por lo que es imperativo que se siga la receta al pie de la letra o, de lo contrario, la cosa puede resultar en que cualquier parecido con nuestro objetivo sea del todo inexistente, por no hablar del panorama nada alentador a la hora de limpiar nuestra gofrera.
Pero por favor que nadie se desmoralice aún, pues no se trata de ninguna tarea inalcanzable en absoluto; tan sólo una nota mental para recordar prestar un mínimo de atención al asunto y salir airosos de nuestra insigne empresa. Una vez comprobemos que en realidad es pan comido, veréis que es coser y cantar (¡esto último puede que hasta literalmente!).
Anda, dame una alegría y dime que conforme ibas leyendo te has ido convenciendo por momentos y que estás del todo decidido a hacer la prueba. Sí ¿no?
- 30 g (2 cucharadas aprox.) de mantequilla sin sal, derretida
- 90 g (1/3 cup + 1 cucharada) de azúcar moreno (light brown sugar)
- 1 cucharadita de canela molida
- 165 g (1 ¼ cups) de harina de trigo de uso común
- 25 g (2 cucharadas) de azúcar blanco
- 1 ½ cucharaditas de levadura química (tipo Royal)
- ¼ cucharadita de sal
- 1 huevo (L)
- 240 ml (1 cup) de leche entera
- 40 g (3 cucharadas aprox.) de mantequilla sin sal, derretida y templada
- ½ cucharadita de extracto puro de vainilla
- 55 g (¼ cup) de mantequilla sin sal
- 55 g (2 oz) de queso crema (tipo Philadelphia)
- 85 g (¾ cup) de azúcar glas
- ½ cucharadita de extracto puro de vainilla
- 1-2 cucharaditas de leche (opcional)
- En un cuenco mediano, combinamos la mantequilla derretida, el azúcar moreno y la canela hasta conseguir una mezcla homogénea bastante densa.
- A continuación, introducimos la mezcla anterior en una manga pastelera (no es necesario acoplar ningún tipo de boquilla) y cortamos una minúscula fracción de la punta (unos 3 mm será suficiente). Reservamos a temperatura ambiente hasta su uso. (Si no fuéramos a utilizarlo en el momento, lo mantendríamos refrigerado, aunque habremos de retirarlo del frigorífico unos 30 minutos antes de su uso para que se ablande lo suficiente).
- En un cuenco grande colocamos la harina, el azúcar, la levadura química y la sal y mezclamos bien con unas varillas hasta combinar por completo. Reservamos.
- En un cuenco mediano aparte combinamos el huevo, la leche, la mantequilla derretida y ya templada y el extracto de vainilla hasta conseguir una mezcla uniforme.
- A continuación, agregamos la mezcla anterior de ingredientes húmedos (punto 2) a la mezcla de ingredientes secos que teníamos reservada (punto 1) y, con ayuda de una espátula de silicona, mezclamos sólo lo justo hasta que quede todo más o menos integrado, cuidándonos de no mezclar en exceso (si quedara algún pequeño grumo sin disolver, no deberíamos caer en la tentación de seguir y seguir hasta conseguir una masa totalmente homogénea, o nuestros gofres perderán esponjosidad).
- Una vez lista nuestra mezcla, precalentamos nuestra gofrera según las indicaciones del fabricante y engrasamos a conciencia el interior con una pizca de mantequilla y la ayuda de un pincel de repostería (paso que volveremos repetir después de cada tanda). Este paso es fundamental si no queremos acabar con una verdadera pesadilla de masa y azúcar pegados a la gofrera.
- Cuando esté bien caliente, dejamos caer un par de cucharadas colmadas de masa en el centro de cada cavidad. IMPORTANTE: Si los vas a hacer por primera vez, te recomiendo que vayas uno por uno, así controlarás mejor el proceso de relleno.
- Seguidamente, colocamos la manga pastelera con el relleno en posición totalmente perpendicular a la gofrera a unos 1 - 1,5 cm de la superficie de la masa que acabamos de poner y trazamos una pequeña espiral (unos 4-5 cm ø) justo en el centro, prestando especial atención a que no salga ni una pizca de relleno fuera de la masa y toque la superficie de la gofrera.
- Inmediatamente dejamos caer un par de cucharadas más de masa (o incluso 3) sobre la espiral que acabamos de formar, asegurándonos bien de que el relleno queda totalmente cubierto con la segunda porción de masa y de que no se han mezclado entre sí masa y relleno.
- Cerramos entonces la gofrera y dejamos que se doren ligeramente por ambas caras (a mí me lleva entre 2-3 minutos).
- Conforme vayamos retirando los gofres ya hechos de la gofrera, los iremos depositando sobre una rejilla hasta terminar con toda la mezcla. Recién hechos y en caliente, los gofres pueden resultar aún poco frágiles, así que los sacaremos de la gofrera con sumo cuidado con la ayuda de una espátula plana de silicona.
- En un cuenco mediano, mezclamos enérgicamente la mantequilla, el queso crema, el azúcar glas (previamente tamizado) y el extracto de vainilla con ayuda de una espátula pequeña hasta conseguir una textura cremosa, uniforme y sin grumos.
- Si viéramos que la consistencia de nuestro glaseado hubiera quedado demasiado densa, añadiremos gradualmente un poco de leche hasta conseguir la deseada. En caso de no utilizarlo de inmediato, mantendremos el glaseado refrigerado y bien cubierto con film transparente hasta su uso.
- Servimos nuestros gofres templaditos con una buena dosis de glaseado.
En el hipotético e improbable caso de que sobraran algunos gofres, los conservaremos (sin glasear) a temperatura ambiente bien cubiertos y resguardados del aire hasta 2-3 días.
- Aunque no nos hace falta un calendario para celebrar nada, os cuento que:
- el día nacional (Suecia) de los cinnamon buns o kanelbulle: 4 de octubre.
- el día internacional del gofre: 25 de marzo.
¿Necesitáis más excusas? 😉