No podéis ni imaginar la de ganas que tenía —y que ni yo sabía que tenía hasta que la idea se instaló en mi empecinada cabecita— de preparar unas más que reconfortantes jacket potatoes (también conocidas como baked potatoes). Ni sé cómo han podido sobrevivir ahí, acechando en silencio, todo este tiempo. Será el frío, los viejos recuerdos que de tanto en tanto deciden hacernos una visita, así sin avisar. Y entonces, ya no son tan viejos y el idilio se reanuda como si nunca se hubiera alejado…
Estas humildes (o quizá no tanto) patatas asadas empenachadas fueron una de mis primeras experiencias, si no la primera, con la gastronomía anglosajona hace ya muchos, muchos años. Todo un símbolo ellas. Y he de decir en su favor (en el de la cocina británica), que me sorprendió muy gratamente a pesar de la fama que la suele preceder. Del todo inmerecida, en mi opinión.
No tardé mucho más en tener mi primer encuentro con sus icónicas baked beans (las famosas judías estofadas en salsa de tomate). Probablemente sucedió en aquel mi primer amanecer en las Islas sobre una gruesa y crujiente tostada de pan integral con semillas. Lo sé, se trata de una de esas comidas que las adoras o las odias. Lo confieso, amor incondicional desde el primer bocado hasta hoy.
Y de ahí, a la comida de pub. Sigue siendo lo primero que me apetece probar en cuanto toco suelo britano. Esos platos repletos de confort, colores y sabores inconfundibles: la carne asada, el puré de patatas o de guisantes, las distintas salsas (verdadera veneración por un buen gravy), esos gajos de patatas fritas con su piel crujiente, la representativa ración de ensalada, chicken Kiev, fish & chips y los pies, tanto dulces como salados (shepherd’s pie, cottage pie, chicken pie, cualquier variedad de leek pie…).
Pero las jacket potatoes ocupan, indudablemente, un puesto de honor reservado en mi corazón. Y lo cierto es que hasta que no me he puesto a tratar de reproducir aquella experiencia (reminiscencias ambientales aparte), no me he dado cuenta de lo accesible que es disfrutar de ellas sin apenas pestañear.
La clave está, además de contar con una buena materia prima, en conseguir ese toque perfecto en el que la piel queda crujiente y el interior tierno y suave. Aun así, hay un par de cositas, además de coger las patatas y meterlas en el horno, que sí conviene tener en cuenta.
En primer lugar, la variedad de patata a utilizar. Ya sabemos que no todas las patatas sirven para cualquier plato. En este caso en concreto, habremos de seleccionar cualquiera de las variedades de carne harinosa que encontremos en el mercado (Kennebec, Desireé, Spunta, Monalisa, entre otras). Seguidamente, no debemos olvidar perforar (moderadamente) cada pieza para evitar que reviente en el horno. Por otro lado, pese a que se trate de una práctica más o menos extendida, a no ser que vayamos a asar nuestras patatas entre las brasas, hemos de descartar envolverlas en papel de aluminio; el único revestimiento que necesitan es que embadurnemos la piel con una buena dosis de aceite de oliva (y si lo prefieres, un poco de sal) ¡y al horno! (AVISO IMPORTANTE: «horno» quiere decir «horno»; es decir, NO microondas.)
Y por último, aunque no menos importante, el relleno o acompañamiento. Huelga decir que aquí interviene totalmente el gusto personal de cada cual. A mí me pierde la opción más sencilla, la básica jacket potato con mantequilla fundente y un poco de sal, así sin más, todo bien integrado con la carne de la patata súper caliente con unos cuantos toques maestros de tenedor (eso sí, ¡sin destrozarla!, hay que procurar que mantenga su forma). Cuando busco algo más consistente, imaginaréis que entonces es cuando suelo acabar echando mano de las baked beans, aunque reconozco que la combinación queso y bacon nunca falla. Pero las posibilidades (con algunas excepciones que conviene evitar, ahí lo dejo), son prácticamente ilimitadas. Entre las más destacadas o populares tenemos: chilli con carne, atún con mayonesa, ensalada de repollo, etc. por nombrar algunas.



Y dicho esto, no es difícil llegar a la conclusión de que las jacket potatoes no se pueden considerar como una guarnición más del plato principal, pues son en sí mismas un plato completo. Y si no me creéis, haced la prueba; ya me contaréis cómo os quedáis después de meteros una de éstas entre pecho y espalda. ¡Yo lista para el postre!
Así que, ahora sólo queda decidir cómo vas a preparar tu jacket potatoe estrella. Soy toda oídos…
Fuentes: The Guardian, Word of Mouth Blog (The Guardian), et al.
- 4 patatas grandes para asar (yo he usado la variedad Kennebec)
- Aceite de oliva
Opción#1:
- Sour cream (nata agria)
- Queso cheddar, rallado
- Bacon crujiente, troceado
- Cebolleta, cortada en finos aros
Opción#2: - Mayonesa
- Atún
- Pepinillos en vinagre (picados) o alcaparras
Opción#3: - Queso cheddar, rallado
- Judías estofadas en salsa de tomate (baked beans)
- Cilantro, picado
Opción#4: - Mantequilla
- Cebollino, picado
- Precalentamos el horno (eléctrico y sin aire) a 220ºC (425ºF) con calor arriba y abajo y colocamos la bandeja en en tercio superior.
- Lavamos bien cada patata bajo el grifo de agua corriente, las secamos con papel de cocina y las embadurnamos a conciencia con aceite de oliva.
- Perforamos las patatas repetidamente con una brocheta para que no revienten en el horno (4 ó 5 veces será suficiente) y las introducimos en el horno durante 20 minutos inicialmente.
- Pasado este tiempo, reducimos la temperatura a 190ºC (375ºF) y seguimos horneando durante 45 minutos - 1 hora más (según tamaño y variedad de patata elegida) hasta que la piel quede crujiente y el interior esté tierno. Para comprobarlo, podemos servirnos de la brocheta y pinchar en el centro de una de ellas.
- Antes de sacarlas del horno, les damos la vuelta y dejamos ahora con el grill 1 - 2 minutos más para darle un toque más crujiente a la piel.
- Mientras se asan nuestras patatas, podemos ir preparando el acompañamiento (rallar el queso, freír el bacon, preparar o calentar las judías, mezclar el atún con la mayonesa y los pepinillos, cortar las cebolletas, picar las hierbas...)
- Retiramos entonces las patatas del horno y, con un cuchillo bien afilado, hacemos una incisión grande en forma de cruz (bastante profunda pero sin llegar al fondo) y presionamos los costados con ayuda de unas pinzas grandes de cocina (con mucho cuidado de no quemarnos) hasta que la abertura se agrande lo suficiente como para alojar el relleno.
- Finalmente, rellenamos con el acompañamiento elegido (las cantidades para cada ingrediente dependerán de la preferencia personal de cada cual; no es recomendable escatimar 😉 )
Se recomienda encarecidamente servir de inmediato mientras las patatas aún humean.
- Evidentemente, las opciones aquí indicadas son orientativas y responden a mi gusto personal, así que no dudes en idear las tuyas propias 🙂 .
Receta adaptada de Goodfood Magazine, BBC