Me vais a disculpar la tontería, porque no, los vikingos en verdad no se ponían finos con estos muffins —ni con estos ni con otros—, pero bien los habrían disfrutado de haber tenido un horno a mano por aquellos entonces. ¿A qué viene pues la majadería? Podría decir que Loki, en su línea, ha vuelto a hacer una de las suyas, pero en realidad se debe a este ingrediente «rarito» que, a los que aún no lo conozcáis, os vengo a presentar hoy: el skyr (y a que ando últimamente algo «envikingada» yo…).
El skyr es un lácteo, a medio camino entre el yogur y el queso tipo quark, que se lleva produciendo en Islandia desde que los vikingos (quienes lo producían y consumían habitualmente) pisaron la isla, hace ni más ni menos unos 1.100 años. Con el tiempo fue desapareciendo de la dieta escandinava, pero continuó bien arraigado en las costumbres gastronómicas de este remoto confín (la última Thule), donde ha ido evolucionando hasta la versión que conocemos en la actualidad: un producto lácteo cremoso y denso, de textura aterciopelada similar a la del yogur, aunque menos ácido y algo más dulce (pese a un menor índice glucémico), muy rico en proteínas y prácticamente libre de grasas (entre un 0,5% y un 0,2%).
Para elaborarlo, según la receta tradicional, se ha de calentar la leche desnatada (se necesita el cuádruple de leche que para hacer yogur, de ahí sus elevados niveles de calcio) a unos 85ºC-90ºC durante al menos cinco minutos y a continuación se añaden una pequeña cantidad de skyr de una producción previa (con las bacterias propias del skyr, streptococcus thermophilus y lactobacillus bulgaricus) y cuajo. Después, se deja enfriar y coagular hasta que alcance el pH óptimo. Finalmente, se exprime el suero de la leche filtrándolo bien a través de un paño fino.
No es difícil figurarse el revuelo que ha empezado a causar este skyr, tan ancestral y tan moderno él, tan pronto como ha empezado a traspasar sus celosas fronteras (todo cremosidad y sabor sin una pizca de mala conciencia). ¿Cómo es que ha tenido que pasar otro milenio hasta que ha conseguido llegar a nuestros paladares meridionales? No puedo evitar imaginarme esa receta original custodiada bajo siete candados y siete aguerridos escuderos en el rincón más recóndito de la isla. ¿Cuántos secretos más nos tendrán reservados estos vikingos?
Mientras lo averiguamos o no, os dejo con la receta de hoy que, por Odín, pese a su sencillez y humildad, es todo un homenaje al aplacimiento, digna de aderezar el más opulento de los festejos. Porque como rezaba uno de los proverbios de nuestros nuevos amigos (que yo ya he hecho propio) «las migas son también pan».
Fuentes: El Mundo Zen, Gastronomía & Cía, et al.
- 230 g (1⅔ cups) de harina de trigo integral
- 65 g (¾ cup) de copos de avena integrales, fuertes (más algunos copos extra para espolvorear)
- 2 cucharaditas de levadura repostera (tipo Royal)
- 1 ½ - 2 cucharaditas de jengibre molido (al gusto)
- ¼ cucharadita de sal
- 2 huevos (L)
- 125 ml (½ cup) de aceite de girasol
- 230 g (1 cup) de Skyr natural*
- 180 g (½ cup + 1 cucharada) de miel suave (azahar, acacia...)
- 1 cucharadita de extracto puro de vainilla
- 1 pera grande, rallada (100 g aprox.; pesada después de rallar y escurrir)
- 65 g (½ cup) de nueces (comunes o pecanas), troceadas
- Precalentamos el horno (eléctrico y sin aire) a 180ºC (350ºF) y colocamos la rejilla del horno en la posición central.
- Engrasamos o bien rellenamos con cápsulas de papel un molde para muffins de 12 cavidades.
- En un cuenco amplio, colocamos la harina integral, los copos de avena, la levadura repostera, el jengibre molido y la sal y mezclamos con ayuda de unas varillas hasta combinar bien todos los ingredientes secos. Reservamos.
- En un cuenco mediano aparte, batimos los huevos, el aceite de girasol, el skyr, la miel y el extracto de vainilla hasta lograr una mezcla homogénea.
- A continuación, hacemos un hueco en el centro de los ingredientes secos que teníamos reservados (punto 3), agregamos la mezcla de ingredientes líquidos anterior y mezclamos suavemente con ayuda de una espátula de silicona o cuchara de madera hasta que queden más o menos integrados.
- Seguidamente, añadimos la pera rallada y las nueces troceadas y mezclamos hasta que queden bien repartidas por toda la masa.
- Repartimos entonces la mezcla entre las 12 cavidades del molde que teníamos preparado y espolvoreamos la superficie con unos cuantos copos de avena adicionales.
- Horneamos durante 25-30 minutos o hasta que al insertar una brocheta o cake tester en el centro de uno de nuestros muffins ésta salga limpia de migas.
- Retiramos entonces del horno, desmoldamos y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
- Podemos comerlos tal cual o acompañados de una generosa cucharada de skyr y un poco de miel adicionales para terminar de redondear la experiencia.
Se conservan a temperatura ambiente unos 2-3 días bien cubiertos, resguardados del aire.
- La fruta (pera en este caso) ha de estar en su punto justo de madurez, pero aún algo firme al tacto.
Receta adaptada de Delicious Magazine