Desde que publiqué el Cobbler de cerezas el verano pasado sabía que el próximo sería un Cobbler de melocotón; sólo tenía que esperar a que llegara el verano siguiente. ¡Eso era todo un año! Pero una tiene paciencia si la dicha es buena (¿0 era otro el dicho?). En cualquier caso, vaya si lo es…
En esta ocasión, sin embargo, he pensado que preparar este tan ansiado cobbler de melocotón en versión individual podría ser una buena opción. ¡Y desde luego que lo ha sido! Antes incluso de entrar en el horno, cada uno tenía ya su destinatario asignado. Lo cierto es que en casa nos chifla este tipo de platos, pues lo tienen todo en una sola cucharada: una buena ración de fruta armoniosamente macerada, una porción de tierno biscuit y su inseparable sabor a mantequilla y el acompañamiento que cada cual prefiera, generalmente algún lácteo (tipo nata montada, crème fraîche, helado, etc.) y hasta algún que otro toque de sirope de arce, las más de las veces.
Alguna relación debe de haber, pero cuando se va acercando el verano, no es en la playa o en la piscina en lo primero que pienso (en realidad, tampoco lo segundo y quizás, incluso, ni lo tercero; ¡qué poco acuática que soy para ser una criatura de costa!). Es, sobre todo, en la fruta que lo anuncia (vale, y en las vacaciones, en eso también). Hay algún resorte por ahí dentro que a cada paso que doy frente a los puestos del mercado por estas fechas empieza a maquinar recetas y más recetas… Vamos, ¡un no parar! Lástima que el calor que la acompaña no sea tan propicio para darle rienda suelta al horno todo lo que quisiera, pero todo tiene un precio…


Una de las cosas que más me gustan de este tipo de recetas es que no llevan mucho tiempo y se han de comer, preferiblemente, aún templadas. Así que la espera es mínima —aunque nunca suficientemente corta— hasta que al fin podemos hincarle el diente. En esta fechas, sin embargo, aquello de «consumir preferiblemente templado» puede desanimar a los más calurosos, pero nada como una buena bola de helado al rescate para remediar semejante contrariedad. El contraste es, sencillamente, catártico.
Sin embargo, no sólo podemos preparar un buen cobbler con fruta propia del verano (cerezas, melocotón, albaricoques, ciruelas, nísperos, frutos del bosque, etc.); las peras y las manzanas, disponibles prácticamente todo el año, pueden llegar a hacer de tu cobbler una experiencia estratosférica igualmente. Ya veo la inauguración de la próxima temporada primavera-verano 2017: una mezcla alucinante de varias de ellas. ¿Podré esperar esta vez? No sé, no sé…
Las mini cocottes son perfectas tanto para cocinar como para servir un sinfín de platos con una presentación formidable. Éstas (de Le Creuset) las encuentras en la tienda online Claudia & Julia
- 550 g de melocotón, pesados ya pelados y deshuesados (aprox. 4 melocotones)
- 25-37 g (2-3 cucharadas) de azúcar blanco
- 30 g (2 cucharadas) de azúcar moreno
- 7 g (1 cucharada) de harina fina de maíz (tipo Maizena)
- 5-10 ml (1-2 cucharaditas) de zumo de limón recién exprimido
- ½ cucharadita canela de Ceilán molida
- ⅛ de nuez moscada molida
- 130 g (1 cup) de harina bizcochona o leudante (self-raising flour), (+ harina extra para amasar)
- ¼ cucharadita de bicarbonato sódico
- 25 g (2 cucharadas) de azúcar blanco
- ½ cucharadita de sal
- 55 g (1/4 cup) de mantequilla sin sal, muy fría
- 80 ml (1/3 cup) de buttermilk (+ buttermilk extra para pincelar)
- Azúcar y canela molida, para espolvorear
- Una vez hayamos pelado y deshuesado los melocotones, los cortamos en gajos de cierto grosor y los partimos por la mitad.
- En un cuenco grande colocamos el melocotón troceado, ambos tipos de azúcar (2 cucharadas de azúcar blanco inicialmente), la harina fina de maíz, 1 cucharadita del zumo de limón, la canela y la nuez moscada y mezclamos con suavidad con una espátula de silicona o cuchara de madera hasta que la fruta quede bien impregnada del resto de ingredientes. Dejamos reposar unos 15 minutos.
- Pasado este tiempo, probamos la mezcla y rectificamos, si fuera necesario, incrementando la cantidad de azúcar o de zumo de limón para conseguir el punto idóneo.
- Mientras tanto, engrasamos 4 mini cocottes de 10 cm Ø (o bien 4 ramequines de dimensiones similares) con mantequilla y los colocamos sobre la bandeja del horno, recubierta previamente con papel vegetal de hornear para recoger los jugos que rebosen más tarde durante el horneado.
- Dividimos la mezcla anterior entre los 4 recipientes y reservamos.
- Precalentamos el horno (eléctrico) a 220º C (425ºF) con calor arriba y abajo.
- En un cuenco amplio, tamizamos la harina junto con el bicarbonato sódico, añadimos el azúcar y la sal y mezclamos con unas varillas hasta que quede todo perfectamente combinado.
- Incorporamos entonces la mantequilla, bien fría y cortada en pequeños dados, y la trabajamos con ayuda de una una amasadora manual (pastry blender), dos cuchillos o directamente con las yemas de los dedos hasta formar como pequeñas migas enharinadas del tamaño de un guisante.
- Seguidamente, vertemos el buttermilk sobre la mezcla anterior y seguimos combinando —los últimos movimientos los haremos ya con las manos—, hasta conseguir una masa más o menos homogénea a la que podamos darle forma de bola. La masa será algo pegajosa, pero podremos trabajarla sin demasiada dificultad.
- Colocamos nuestra bola de masa sobre una superficie de trabajo enharinada y aplanamos ligeramente la masa con las manos (también la podemos extender un rodillo, ligeramente enharinado) hasta formar un círculo de unos 2 cm (¾ inch) de grosor.
- A continuación, cortamos las porciones de masa para nuestro topping o bien:
- con un cortapastas redondo, también enharinado, de un diámetro unos 2 cm menor que el de los recipientes (siempre ejerciendo sólo presión, sin retorcer ni girar), o bien
- separamos porciones de masa directamente con las manos, sin darles ninguna forma determinada, incluso separándola en varias porciones más pequeñas para cada cobbler. - Seguidamente, colocamos las porciones de masa sobre la fruta. Los huecos que hayan quedado entre la masa y el recipiente se rellenarán durante el horneado, pues la masa se expandirá hasta cubrir por completo la fruta.
- Finalmente, pincelamos la cara superior del topping ligeramente con buttermilk con la ayuda de un pincel de repostería y espolvoreamos con un poco de azúcar y canela (al gusto).
- Horneamos durante 20-22 minutos o hasta que la masa haya subido, superficie haya adquirido un bonito tono dorado y empiecen a burbujear los jugos de la fruta por los bordes.
Serviremos preferiblemente templado (o a temperatura ambiente) acompañado de nata montada, crème fraîche, helado de vainilla, sirope de arce, caramelo líquido o al gusto de cada uno.
- Día nacional (EEUU) del cobbler de melocotón: 13 de abril.