Supongamos que nos apetece algo realmente exquisito, especial. Supongamos también que nos encontramos en ese punto en el que no estamos para añadir más desafíos al día a día...
Soy consciente de que ha pasado algún tiempo desde la última vez que publiqué una de estas tartas tipo pie que tanto, tanto, tanto me gustan...
Desde que publiqué el Cobbler de cerezas el verano pasado sabía que el próximo sería un Cobbler de melocotón; sólo tenía que esperar a que llegara el verano siguiente. ¡Eso era todo un año! Pero una tiene paciencia si la dicha es buena (¿0 era otro el dicho?).
Entiendo que lo de plantearse encender el horno con la que está cayendo pueda echar para atrás al más aguerrido de los devotos de este querido electrodoméstico, pero si hay una ocasión que lo merezca, es la perspectiva de poder disfrutar de un clafoutis de cerezas o tarta de cerezas como esta, típica de la región de Limousin (Francia).
Tras un buen repertorio de esas entrañables delicias de la repostería más tradicional anglo-americana —como han sido los scones, biscuits, crumbles, pies y un largo etcétera—, he pensado que ya iba siendo hora de que un buen cobbler hiciera acto de presencia por el blog.
No es de extrañar que hasta para hacer helado a mí me dé por encender el horno. En fin, hay cosas que no tienen remedio ni cura…
Otra tarta. Otra layer cake. Una más que decadente e indecente Black Forest Cake o Tarta Selva Negra (o gateâu o torte, según la latitud).