En casa nos hemos aficionado y mucho al pan de molde (white sandwich bread) casero que ya publiqué aquí en el blog el año pasado. Aquella fue mi primera experiencia panarra real. Fue un éxito total. Sin margen de error. Así que esta vez, algo más intrépida, me apetecía experimentar con ingredientes adicionales y otros tipos de harina. Podría haberlo hecho por separado, primero una cosa y después otra, pero me ha podido más la curiosidad que la paciencia ¿El resultado? Un pan integral con semillas sencillamente irresistible, sabroso y tierno. Y además, va fenomenal con cualquier cosa que se te ocurra. ¡Ya llevamos cuatro panes en una semana!
Y es que en este mundillo en el que siempre hay un horno en marcha, pocas cosas se pueden equiparar al aroma del pan recién horneado. De acuerdo. Reconozco que enfrentarnos a la idea de hacer nuestro propio pan en casa puede llegar a intimidarnos un poco en caso de no haber tenido ninguna experiencia previa con masas que impliquen levadura y sus consiguientes fases de levado. Pero siempre hay una primera vez para todo, ¿no?
Admito que si encima nos adentramos en profundidad en todas esas técnicas del amasado, los levados, etc. toda esa terminología, todos esos procesos y sus distintas fases, pueden llegar a resultar un poco desconcertantes para el iniciado así, de buenas a primeras. E incluso, una vez superados nuestros reparos iniciales, nuestro primer pan casero puede que no resulte exactamente como habíamos previsto. Pero jamás deberemos rendirnos llegados a ese punto. El arte de hacer nuestro propio pan, además de levadura, harina, agua y sal, requiere tan sólo de un par de cualidades de sobra conocidas: práctica y paciencia; dos conceptos íntimamente ligados.
Yo misma tengo una experiencia muy limitada en esto de hacer mi propio pan, pero no por eso me deja de resultar totalmente fascinante; una práctica no sólo muy recomendable, también súper instructiva, relajante y enormemente reconfortante. Incluso cuando no salen las cosas bien. Así que, hasta que llegue ese momento en que uno se siente más confiado con sus habilidades panaderas, el truco está en seguir la receta al dedillo. Queda asegurada una de las experiencias más emocionantes que se pueden vivir en la cocina sin salir siquiera de casa.
Tenía, además, muchas ganas de probar mi nueva panera de Lékué, así como con pan integral esta vez. Es un artilugio realmente práctico y cómodo; todo el proceso se realiza en el mismo recipiente: mezclado, amasado y horneado, por lo que facilita mucho las cosas, reduce el uso y la posterior limpieza de todo un arsenal de utensilios y no necesita engrasado adicional. El tamaño de este pan integral con semillas (o de cualquier variedad que se te ocurra probar a hacer) es perfecto en nuestro caso y gracias a su flexibilidad, se puede almacenar en muy poco espacio. Además, en mi humilde opinión, tiene una estética verdaderamente atractiva, ¿no creéis?
- 160 ml ( ⅔ cup ) de agua templada (45ºC - 110 degrees F aprox.)
- 1¼ cucharaditas (3 g) de levadura seca de panadero
- 2 cucharadas (35 g) de miel, melaza o sirope de arce
- 175 g ( 1¼ cups ) de harina de trigo integral
- 85-100 g ( ⅔ - ¾ cup ) de harina de trigo floja
- 1 cucharada (15 ml) de aceite de oliva suave
- ¾ cucharadita de sal
- 70 g ( ½ cup ) de semillas y/o cereales variados (girasol, lino, mijo, sésamo, chía, amapola, copos de avena, calabaza, etc.) más semillas extra para decorar
- En un cuenco pequeño colocamos el agua templada, disolvemos ½ cucharadita de la miel y terminamos espolvoreando la levadura sobre el líquido. Dejamos reposar unos 5 minutos para que la levadura empiece a actuar (deberá formarse una fina capa de espuma en la superficie; si no es así, hemos de reemplazar nuestra levadura).
- En un recipiente amplio aparte (en esta ocasión, vamos a utilizar el de la panera de Lékué*), con unas varillas mezclamos toda la harina integral y 85 g ( ⅔ cup ) de la harina de trigo floja (reservamos el resto para el amasado) junto con la sal hasta que quede todo perfectamente combinado. Reservamos.
- A continuación, vertemos el resto de la miel y el aceite en la mezcla con la levadura y removemos hasta disolver.
- Seguidamente, vamos incorporando progresivamente la mezcla endulzada con la levadura sobre los ingredientes secos (punto 2) mientras mezclamos con una espátula de silicona, hasta conseguir una mezcla más o menos homogénea y un tanto pringosa.
- Cubrimos con film transparente, engrasado con un poco de aceite de girasol, y dejamos reposar la masa unos 20 minutos.
- Pasado este tiempo, nos enharinamos las manos y amasamos dentro del mismo recipiente durante unos 7-8 minutos hasta que adquiera una consistencia más elástica y se despegue con facilidad tanto del recipiente como de nuestras manos. Si la masa quedara demasiado pegajosa pasados los primeros minutos de amasado, iremos añadiendo progresivamente la harina que habíamos reservado. La masa resultante ha de quedar bien hidratada y homogénea. Para saber si nuestra masa ya está perfectamente amasada, presionamos con un dedo; si vuelve a recuperar su forma rápidamente, habremos terminado, si se queda la marca, seguiremos amasando un poco más.
- Finalmente, añadimos la mezcla de semillas y amasamos lo justo hasta que queden bien repartidas por toda la masa.
- Damos forma de bola a nuestra masa y la dejamos levar en el mismo recipiente, bien cubierto con film transparente (previamente engrasado con un poco de aceite), en un lugar cálido y alejado de las corrientes durante 1½ - 2 horas o hasta que haya doblado su volumen.
- Una vez levada nuestra masa, la desgasificamos presionándola suavemente con los nudillos unas 3-4 veces para que libere los gases acumulados durante el levado. A continuación, la volcamos sobre una superficie de trabajo, ligeramente enharinada, y la extendemos con las manos hasta formar un rectángulo de unos 18 x 22 cm (7 x 8½-inch). Plegamos la masa en tres, como si fuera una carta, empezando por uno de los extremos más cortos y la colocamos de nuevo en el recipiente con la junta hacia abajo. Volvemos a cubrir con film transparente, cerramos y dejamos levar una vez más durante unos 45 minutos (esta vez no llegará a aumentar demasiado en volumen).
- Unos 15 minutos antes de que finalice este segundo levado, precalentamos el horno (eléctrico) a 190ºC (375 degrees F) y colocamos la rejilla del horno en la posición central.
- Cuando la masa esté lista, humedecemos suavemente la superficie superior con un poco de agua con ayuda de un pincel de repostería, y espolvoreamos unas cuantas semillas más sobre nuestro pan.
- Cerramos nuestra panera y horneamos durante unos 50-55 minutos. Sabremos que nuestro pan ya está hecho cuando al golpear su base, ésta suene a hueco (también podemos cerciorarnos usando un termómetro de cocina; el centro del pan ha de alcanzar unos 90ºC (190 degrees F) aprox.).
- Retiramos del horno, abrimos la panera y dejamos enfriar nuestro pan integral por completo antes de cortar y servir.
Se mantiene tierno unos 2-3 días (y blandito hasta 4 días) si lo conservamos bien cubierto y resguardado del aire a temperatura ambiente.
- Si queremos una miga más tierna y una corteza más crujiente, un buen truco es colocar una bandeja (cualquier recipiente apto para horno, servirá) con cubitos de hielo en la parte inferior del horno durante el horneado.
- Dependiendo del endulzante que utilicemos, nuestro pan tendrá un matiz de sabor u otro. Yo he usado miel de romero y el resultado ha sido fantástico. Si te decantas por la melaza, le aportarás un sabor algo más intenso, como a regaliz, y un tono más oscurecido. El sirope de arce apenas añade sabor al pan, pero notarás su suavidad al primer bocado. Si no te convence ningunas de estas propuestas, siempre puedes utilizar la misma cantidad de azúcar blanco.
- Este pan integral, como casi todos, se conserva congelado perfectamente durante 2-3 meses; sólo hemos de envolverlo bien en film transparente primero y después en papel de aluminio. Para descongelar, sencillamente dejaremos nuestra barra de pan integral a temperatura ambiente hasta que recupere su ternura.
- Día internacional del pan: 16 de octubre.