Me encanta el pan. Todo tipo de pan. Siempre me han parecido una preciosidad las barras de pan, las hogazas, los panecillos, el pan rústico, el pan de aceite, con cereales, el pan gallego, el pan brioche, la focaccia… ¡incluso los colines! Me quedo embobada en las panaderías. Y ese olor… Me puede. Pero lo que verdaderamente me pierde es el pan casero. Me parece que tiene un mérito increíble hacer tu propio pan. Así que ya me estaba empezando a pesar no intentar hacerlo en casa. Y para estrenarme, pensé que un rico pan de molde básico estaría bien. Y no podría haber dado más en el clavo.
La verdad es que aún me impone bastante pasar a mayores y hacer «pan pan», como decimos en casa. Pero con éste me vale de momento; sólo de pensar en esas tostadas por las mañanas, esos sandwiches llenos de cosas maravillosas… se me hacía la boca agua.
Ésta que os traigo hoy es una adaptación (mínima) de la famosa receta del pan de molde de la aún más famosa Julia Child (1912 – 2004, California), cocinera, escritora y presentadora; responsable de la introducción de la cocina francesa en Estados Unidos y una de las mayores influencias en el ámbito gastronómico del siglo XX estadounidense. Su título más conocido es, sin duda, Mastering the Art of French Cooking, publicado en EEUU en 1961 (Vol. 1) y 1970 (Vol. 2).
Si dejamos a un lado las obligadas esperas de los levados de la masa (tiempo que tampoco da más trabajo en realidad, aunque sí se ha de estar pendiente), éste es un pan muy sencillito de hacer. Y aún más fácil de comer. Sólo hay que ponerse (tanto en un caso como en el otro). Tiene una miga tierna y delicada, muy agradable al paladar, y eso sólo comiéndotelo así, a palo seco. Porque si además te preparas un buen sandwich con él, uno de esos con todo lo que te gusta en un sandwich, verás que aguanta lo que le eches. ¿Y tostado? ¡No querrás que tu desayuno termine jamás! Además, se conserva perfectamente durante varios días. Y si resulta que al final se te ha quedado algo de pan duro (aunque no sé cómo tal cosa podría pasar), siempre puedes hacerte unas deliciosas French Toasts (¡aquí no se tira nada!). Vamos, que todo son ventajas. Eso sí, me huele a mí que esto de empezar a hacer pan en casa puede llegar a ser adictivo, así que avisados quedáis 😉
Y para terminar os dejo ya con la receta no sin antes recordar una de las citas de Julia Child con la que no puedo estar más de acuerdo:
A party without a cake is just a meeting.
- 600 ml (2 ½ cups) de agua, templada (40ºC - 105ºF aprox.)*
- 8,5 g (1 cucharada) de levadura seca de panadería*
- 12 g (1 cucharada) de azúcar blanco
- 780-845 g (6 - 6 ½ cups) de harina de trigo floja
- 2 cucharaditas de sal
- 55 g (¼ cup) de mantequilla sin sal, derretida y templada**
- Un puñado de semillas variadas para decorar (opcional)
- Vertemos 120 ml (½ cup) del agua templada en un cuenco grande (o el de nuestra amasadora, equipada con el accesorio de gancho) y disolvemos el azúcar. A continuación, añadimos la levadura y dejamos reposar durante 5 minutos hasta que la mezcla haya espumado.
- Añadimos el resto del agua y la mitad de la harina y mezclamos hasta que quede todo bien combinado. En este punto, tendremos una masa bastante líquida y pegajosa.
- A continuación, agregamos el resto de la harina (calculando inicialmente 780 g—6 cups), la sal y la mantequilla derretida (que deberá estar casi a temperatura ambiente a la hora de añadirla) y amasamos a velocidad baja (o a mano sobre una superficie ligeramente enharinada) durante unos 8-10 minutos hasta conseguir una masa suave y elástica que se despegue fácilmente de las paredes del cuenco (o de las manos). Si fuera necesario, si a mitad del proceso de amasado siguiera demasiado pegajosa, iríamos añadiendo poco a poco los 65 g (½ cup) de harina restantes.
- Una vez finalizado el amasado, damos forma de bola a la masa y la introducimos en un cuenco grande (podemos seguir usando el mismo cuenco, previamente lavado y bien secado). Cubrimos con un paño limpio y dejamos levar en un lugar cálido y sin corrientes de aire durante 1 – 1 ½ hora o hasta que haya doblado su volumen.
- Mientras tanto, engrasamos un par de moldes rectangulares para loaves de unos 23 x 13 cm (9x5-inch) y reservamos.
- Una vez levada nuestra masa, la volcamos sobre una superficie de trabajo, limpia y ligeramente enharinada, y desgasificamos presionándola suavemente con los nudillos unas 3-4 veces. La dividimos en dos partes iguales (usaremos preferiblemente una báscula de cocina para pesarla), extendemos cada parte con las manos hasta formar un rectángulo de unos 22 x 30 cm (más o menos el tamaño de un folio DIN A4) y plegamos cada una en tres, como si fuera una carta, empezando por uno de los extremos más cortos. Seguidamente, las colocamos en sus moldes con la junta hacia abajo y remetemos los extremos si fuera necesario.
- Si vamos a añadir semillas y/o cereales (yo, puesto que salen dos, he optado por añadir unas semillas de lino y de amapola y unos cuantos copos de avena en uno de los panes) humedecemos la parte superior ligeramente con agua, mantequilla derretida o aceite de girasol con ayuda de un pincel de repostería y los esparcimos sobre el pan.
- Cubrimos de nuevo con un paño y dejamos levar durante 1 hora más hasta que la masa sobresalga por encima del borde del molde.
- Unos 10 minutos antes de que finalice este último levado, precalentamos el horno (eléctrico) a 190ºC y colocamos la rejilla a media altura.
- Horneamos ambos panes durante unos 30-35 minutos hasta que hayan adquirido un bonito tono dorado.
- Nada más sacarlos del horno, desmoldamos con cuidado de no quemarnos (se sacan sin problema con las manoplas sujetando los panes por ambos lados) y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla antes de cortarlos (preferiblemente con un cuchillo de sierra).
Se conservan durante 4-5 días en un recipiente cerrado o en una panera envueltos en un paño limpio de algodón.
- **En lugar de mantequilla, también puedes utilizar aceite de girasol, por ejemplo, aunque le restará parte del sabor.
- Para congelarlo, envuélvelo en film transparente y seguidamente en papel de aluminio. Se conserva unos 3 meses en perfecto estado. Para descongelarlo, tan sólo has de meterlo en el frigorífico y dejar que se descongele durante toda la noche. Recuerda dejarlo a temperatura ambiente antes de consumir, aunque si vas a hacer tostadas, no es necesario.
- Si vas a añadir semillas y/o cereales sobre el pan, no te cortes, porque al subir la masa en el horno se expande y, lo que parece un buen montón, quedará bastante diseminado por toda la superficie. Yo no lo he pesado, pero puse un puñadito de cada hasta que ya no cupo más.