Sabéis que no es del todo lo mío, pero aquí me tenéis de nuevo con un plato no dulce. Aun así, será necesario, igualmente, encender el horno y dejar que nuestra casa se llene de aromas increíblemente irresistibles. Se trata de uno de esos británicos por excelencia: el pastel de pollo o chicken pie.
Al igual que sucede con cualquier plato tradicionalmente arraigado en la cultura gastronómica de cualquier país, hay algo profundamente reconfortante en su preparación y, sobre todo, en su disfrute. Este tipo de recetas tiene la virtud de traernos a la memoria nuestra lista particular de recuerdos, la mayoría de nuestra infancia. Cada uno lo asociamos a un escenario, unas personas, un momento específicos que conforman el cuadro completo. A veces, estos recuerdos son tan poderosos, que, con sólo olerlo, nos trasladamos sin apenas pestañear a alguna de aquellas escenas tan memorables en nuestra biografía.
Lo cierto es que el pastel de pollo no es uno de esos platos que formen parte de mi niñez (todo este tinglado lo descubría ya a medio camino), pero si pienso en su equivalente en mi caso concreto (como podía ser la paella de los domingos), soy capaz de imaginar a la perfección lo que una receta de este calibre puede llegar a provocar.
Y sí, yo también me he dado cuenta de que últimamente se me cuela un buen número de recetas procedentes de las cocinas británicas más tradicionales. Y no es que tenga una explicación; son cosas que pasan y pasan tan cual, sin más. Casualmente, al hilo de esta tendencia en torno a lo anglosajón, me ha resultado de lo más curioso enterarme de que Javier Marías, uno de mis escritores favoritos en el mundo (si no el principal), es candidato al Nobel de literatura este año 2014 (de nuevo). Es posible que a estas alturas algunos os preguntéis que tendrán que ver las churras con las merinas. Pues bien, para aquéllos que lo desconozcan, el joven Marías (como algunos aún lo llaman para diferenciarlo de su ya fallecido padre, el filósofo Julián Marías), es un anglófilo empedernido, razón por la que, en numerosas ocasiones, ha estado en entredicho no sólo su calidad literaria como escritor español de renombre, sino también su arraigo y/o capacidad para representar a la literatura de su país natal. No es que con esta candidatura vaya a cambiar la opinión de los que así lo catalogan, pero al menos espero que se arroje algo de luz sobre esta cultura nuestra, últimamente algo maltratada y abandonada a su suerte. Desde aquí, aprovecho para romper una lanza en favor de las cosas hechas con pasión y entendederas. Con o sin premio, el resultado de una vida entregada a la labor en la que uno cree ya es más que suficiente premio en sí mismo. Una gran noticia, en cualquier caso.
Éste, en particular, es un pastel tremendamente sabroso en mi opinión, que bien merece la pena el esfuerzo de todos esos pasos y esperas. Y para contrarrestar este inconveniente, también os puedo decir que la dificultad no lo es tanto. Y ya sin más, os dejo con el resultado de esta completísima receta de chicken pie que me ha parecido, sencillamente, perfecta. Si os decidís a hacerla, ya me daréis la razón, ya…
- 1 huevo (M) para "pintar" rebajado con agua (o leche)
- 325 g de pollo deshuesado y limpio de piel y grasa (preferiblemente, muslo y contramuslo)
- 100 g de bacon ahumado (opcional)
- 200 g de champiñones frescos
- 50 g de guisantes frescos
- 2 puerros
- 1 cebolla tierna
- 2 dientes de ajo
- 2 cucharadas de harina fina de maíz (tipo Maizena)
- 500 ml caldo de pollo
- 125 ml de vino blanco
- 1 cucharadita de salsa Worcestershire
- 1 cucharadita de tomillo
- 1 cucharada de cilantro picado
- ¼ cucharadita de nuez moscada molida
- Sal y pimienta molida
- Aceite de oliva virgen extra
- Si hemos optado por añadir el bacon (si no, pasa al punto siguiente), lo cortamos a tiras y lo freímos directamente sin aceite durante unos 4–5 minutos hasta que se dore ligeramente pero sin que llegue a quedar crujiente. Escurrimos sobre una espátula hasta haber eliminado el máximo de grasa y reservamos en una cazuela mediana.
- A continuación, troceamos el pollo en pedazos más bien pequeños y lo freímos (podemos utilizar la misma sartén, aunque ha de estar limpia de grasa en caso de haber empezado por el bacon) en un par de cucharadas de aceite de oliva durante unos 5 minutos, removiendo de vez en cuando hasta que todos los trocitos se hayan dorado más o menos por igual. Al igual que en el punto anterior, escurrimos y reservamos junto con el bacon en la misma cazuela.
- Picamos finamente la cebolla y la freímos en otras 3-4 cucharadas de aceite de oliva junto con un pellizco de sal hasta que quede transparente. Seguidamente, añadimos el ajo, finamente picado también, y los puerros, cortados en rodajitas finas. Salteamos todo junto durante unos 5 minutos hasta que el puerro se haya pochado bien.
- A continuación, añadimos el champiñón cortado en láminas y seguimos cocinando hasta que queden tiernos (unos 3 minutos más) removiendo de vez en cuando.
- Agregamos ahora los guisantes y lo salteamos todo durante 1 minuto más. Una vez tengamos todo bien pochado, lo incorporamos a la cazuela con el bacon y el pollo y reservamos.
- En un cuenco pequeño, mezclamos la maizena con 50 ml del caldo de pollo y removemos hasta deshacer todos los grumos. Lo añadimos a la cazuela que teníamos reservada con el resto de ingredientes y terminamos por añadir también el resto del caldo, el vino blanco y la salsa Worcestershire.
- Sazonamos con el tomillo, el cilantro bien picado, la nuez moscada y la sal y pimienta al gusto. A continuación, lo llevamos todo a ebullición a fuego medio durante unos 5 minutos hasta que la salsa reduzca, se evapore el alcohol y espese, removiendo constantemente para evitar que se pegue al fondo. Apagamos el fuego y dejamos enfriar por completo.
- Mientras tanto, podemos aprovechar para preparar nuestra masa quebrada casera (ver receta aquí. No requiere prehorneado.). Si vas a utilizar la masa ya preparada, sigue a partir del punto 3.
- Sacamos nuestra masa quebrada del frigorífico y la extendemos, con ayuda de un rodillo, sobre una superficie ligeramente enharinada, girándola ¼ cada vez y siempre desde dentro hacia fuera hasta conseguir un círculo de unos 3 mm de grosor. Si fuera necesario, podemos enharinar de nuevo durante todo el proceso, aunque es recomendable no excederse con la harina para no estropear la textura final de la masa.
- A continuación, recortamos las porciones de masa necesarias para cubrir los ramequines (o un molde para pies de unos 23 cm Ø). Lo mejor es usar como plantilla los mismos recipientes en los que vayamos cocinarlos, de forma que encajen a la perfección sobre el relleno. Los cubrimos con film transparente y los introducimos en el frigorífico durante al menos 20 minutos.
- Mientras tanto, precalentamos el horno (eléctrico) a 200°C y colocamos la bandeja del horno, previamente cubierta con papel de hornear, a media altura.
- Empezamos repartiendo el relleno ya frío entre los recipientes hasta justo el borde.
- Con ayuda de un pincel de cocina, pintamos los bordes con el huevo y los cubrimos con los discos de masa refrigerados, asegurándonos de que quedan bien sellados. Podemos decorar los bordes como más nos guste: con las púas de un tenedor, dándole alguna forma al borde (para esta opción, conviene añadir un poco de masa extra alrededor para modelar mejor), etc.
- Pintamos de nuevo la superficie con el huevo y, con ayuda de un cuchillo bien afilado, cortamos un par de ranuras o tres en la parte superior para dejar que salga el vapor durante la cocción y así no se reblandezca la masa en exceso.
- Finalmente, colocamos nuestros pasteles de pollo en la bandeja del horno y horneamos durante unos 35-40 minutos o hasta que la masa haya adquirido un bonito tono dorado y los jugos del relleno burbujeen a través de las ranuras.
- Dejamos enfriar unos 10 minutos sobre una rejilla y servimos aún calientes.
Dado que se trata de un plato contundente, es más que aconsejable acompañarlo con un rica y variada ensalada fresca.
- En lugar de pincelar la masa con huevo, puedes hacerlo con leche.
- Si te decantas por la versión "un pie para todos", aumenta el tiempo de horneado a 40-45 minutos o hasta que veas que ha adquirido ese tono dorado tan deseado y que la salsa burbujea a través de las ranuras.
- En este plato, yo sólo utilizo la masa quebrada para cubrir el pastel, pero no pongo en la base. En caso de que prefieras recubrir también la base de tu pastel de pollo con otra lámina de masa, recuerda doblar las cantidades. Aunque lo veas así tan entrañable, es un plato de aúpa; en mi opinión, con el doble de masa la cosa se pone seria.
Receta adaptada del Chicken Pie de Lorraine Pascale, A Lighter Way to Bake