Estoy segura de que más de una vez os habréis cruzado con distintas referencias a esa algo enigmática tarta de melaza que, de tanto en tanto, aparece subrepticiamente en esta o aquella novela, película o cuento.
Hace poco más de un año os presentaba una delicia de Bakewell Bundt Cake, inspirado en esta Bakewell Tart que os traigo hoy.
Soy consciente de que ha pasado algún tiempo desde la última vez que publiqué una de estas tartas tipo pie que tanto, tanto, tanto me gustan...
Llevaba ya ni recuerdo cuánto tiempo queriendo probar a preparar alguna receta con ruibarbo. Si os soy sincera, la idea iba y venía, pues jamás vi ni rastro de esta hortaliza —o fruta, según a quién le preguntes—, así que pasaba el tiempo y el ruibarbo quedaba relegado a un rincón en desuso de mi memoria.
La idea de hacer una de estas fantásticas galettes llevaba rondándome sin descanso desde hace ya algún tiempo; esa sencilla y aun así auténtica manera de darle forma a una tarta sin darle forma realmente y sin tanto ringorrango como las tartas de fruta convencionales.
La versión dulce de la masa quebrada (o masa sablée) es también originariamente francesa, como su nombre bien puede sugerir. Se trata de una masa que no necesita agentes leudantes, de textura delicada, tierna, mantecosa y altamente friable (se desmenuza con facilidad), lo que le da ese toque característico algo «arenoso» (que es, precisamente, lo que significa sablée).
Sabéis que no es del todo lo mío, pero aquí me tenéis de nuevo con un plato no dulce. Aun así, será necesario, igualmente, encender el horno y dejar que nuestra casa se llene de aromas increíblemente irresistibles.