Estoy segura de que más de una vez os habréis cruzado con distintas referencias a esa algo enigmática tarta de melaza que, de tanto en tanto, aparece subrepticiamente en esta o aquella novela, película o cuento. ¿Qué fan de Harry Potter no conoce cuál es su postre favorito? O para los más nostálgicos, ¿el tentador dulce mediante el cual el capturador de niños consigue atrapar a los hijos de Caractacus Potts en la legendaria Chitty Chitty Bang Bang? Si bien es cierto que en absoluto es ésta una receta muy popular, si acaso conocida, en nuestra cultura gastronómica —suena más bien como algo ancestral con algunos tintes folclóricos—, se trata, sin embargo, y pese a su aspecto un tanto rústico y poco o nada llamativo, de un postre tremendamente venerado en el Reino Unido, cuyo ingrediente estrella y fundamental es el Golden Syrup (no admite sustituciones); todo un favorito entre los más pequeños de la casa, pero no exclusivamente…
En general, el término anglosajón «treacle» (melaza), incluso tras la aparición del mencionado golden syrup en la década de los 1800’s, puede hacer referencia a cualquier tipo de sirope pegajoso derivado del proceso de refinamiento del azúcar a partir de la caña de azúcar, del cual el producto final puede variar en aspecto, viscosidad e intensidad dependiendo de la cantidad de azúcar total y el contenido de humedad.
El uso de la melaza se remonta a tiempos muy remotos. En el siglo XIV Chaucer ya la mencionaba en sus célebres The Canterbury Tales. Sin embargo, existen alusiones a ella desde la época greco romana; el propio vocablo inglés «treacle» procede de la expresión «therion» (o ??????, del griego «víbora o animal venenoso»), pues era empleada fundamentalmente con fines medicinales como antídoto contra el veneno de las serpientes y otros animales, además de ser considerada beneficiosa para la sangre entre algunos de sus usos. A mitad del siglo XVIII empezamos a verla aparecer en algunas recetas, especialmente en la elaboración del gingerbread. Aun así, algunos críticos y expertos gastronómicos apuntan a la existencia de una especie de gingerbread ya en 1420 en el que se mezclaban migas de pan con especias y miel que se asemeja enormemente a la muy posterior (y actual) tarta de melaza, solo que aquélla prescindía de la base de masa quebrada, fundamental hoy en día.
Rejilla enfriadora redonda Birkmann de la tienda online de Claudia & Julia.
Para los que nunca habéis tenido ocasión de probarla, la tarta de melaza es, en su sencillez y frugalidad, un verdadero festín para los sentidos. Se trata, evidentemente, de un postre con un grado de dulzor importante, pero, a diferencia de lo que ocurre con el azúcar blanco (con prácticamente el doble de calorías que la melaza), en esta ocasión la dulzura que aporta el golden syrup (y el black treacle, si se añade) está envuelta en un sinfín de matices especiados, además del importante aporte de vitaminas y minerales que supone.
La consistencia idónea de una buena tarta de melaza es suficientemente firme como para que no se desmorone al cortar, aunque ligeramente «pegajosa»; si no mantenemos una correcta proporción de sirope (melaza) y pan podemos acabar con un auténtico ladrillo o, por el contrario, con un revoltijo pringoso y desde luego nada atractivo. Debido a esta elevada dosis de dulzura, nada como contrarrestarla con un buen toque cítrico (de ahí la ralladura y el zumo de limón). Y, si buscas un poco más de complejidad de matices, una cucharada o dos de melaza o miel de caña (black treacle) obrará verdaderas maravillas; su apreciable tinte amargo contribuirá del mismo modo a rebajarla obteniendo, además, un resultado espectacular.



Plato y cuenco de porcelana Textured de Tokyo Design Studio de la tienda online de Claudia & Julia.
- Ver receta aquí y dividir las cantidades por la mitad (utilizaremos sólo la base)
- 454 g (1lb) Lyle's Golden Syrup
- 15 ml (1 cucharada) de melaza, miel de caña, Black Treacle (opcional)
- 1 huevo (L)
- 45 ml (3 cucharadas) de nata líquida para montar (mín. 35% MG)
- 150 g de pan rallado, preferiblemente casero (puede ser integral)
- Ralladura y zumo 1 limón
- Crème fraîche, clotted cream o helado para acompañar
- Ver receta aquí. Requiere prehorneado parcial.
- Calentamos el golden syrup junto con la melaza (en caso de añadirla) en un cazo mediano a fuego lento hasta conseguir una consistencia más líquida, pero sin que llegue a hervir. Dejamos enfriar durante unos 10 minutos, removiendo de vez en cuando.
- Mientras tanto, rallamos la piel del limón (¡ojo, sólo la parte amarilla; la blanca amarga!) y exprimimos su zumo, en este orden.
- En un cuenco amplio aparte mezclamos el huevo y la nata con ayuda de unas varillas hasta combinar.
- Una vez templados el golden syrup y la melaza, lo vertemos poco a poco sobre la mezcla de huevo y nata sin dejar de remover.
- Finalmente, añadimos la ralladura de limón, el zumo de limón y el pan rallado sobre la mezcla anterior y mezclamos lo justo hasta combinar. Dejamos reposar durante unos 10 minutos para que el pan quede bien impregnado.
- Mientras tanto, precalentamos el horno (eléctrico) a 200ºC y colocamos la bandeja del horno a media altura.
- Rellenamos entonces nuestra base de masa quebrada, ya fría, con el rellano de melaza y con ayuda de una espátula o el reverso de una cuchara alisamos la superficie.
- Horneamos durante 15 minutos, reducimos la temperatura del horno a 180ºC y horneamos durante otros 15-20 minutos hasta que el borde de la masa se dore y el relleno quede cuajado casi en su totalidad. Conforme se enfríe nuestra tarta, el relleno irá endureciéndose ligeramente, por lo que no conviene pasarnos de tiempo de horneado o quedará demasiado duro.
- Retiramos del horno y dejamos templar dentro del molde sobre una rejilla.
- Servimos preferiblemente aún algo templada y acompañada de crème fraîche, clotted cream o helado (combinación ganadora garantizada).
Se conserva bien cubierta durante 2-3 días a temperatura ambiente.
- Resulta un tanto trabajoso sacar hasta la última gota de golden syrup de su lata. Prueba a dejarla en un recipiente con agua caliente un ratito antes de utilizarlo. Aun así, es más que recomendable utilizar una buena espátula de silicona pequeña para llegar hasta el último rincón.
- Como os apuntaba al principio de la entrada, el golden syrup no puede sustituirse por ningún otro ingrediente.
- Si quieres darte el capricho, prueba a cubrir tu tarta de melaza con un bonito diseño enrejado. Tan sólo habrás de utilizar las cantidades totales de la receta y entretenerte un poquito más. Justo antes de introducir la tarta en el horno, pincela la masa de la superficie con un huevo batido mezclado con una cucharadita de agua con la ayuda de un pincel de repostería.
Fuentes:
British Food: A history
Courier & Press