Aunque personalmente no estoy familiarizada con el Judaísmo, la primera vez que vi un Challah Bread («jalá» en español) me dejó totalmente cautivada. El sinfín de formas con que se elabora, ese intenso color dorado y toda la simbología y tradición que lleva a sus espadas me parecieron sencillamente fascinantes —por no hablar de la experiencia inigualable que supone hornear tu propio pan en casa, algo que, desde hace un tiempo, me tiene completamente conquistada.
Challah (en plural challot o challos) es un tipo de pan judío que se sirve habitualmente trenzado durante el Sabbath y otras festividades. Para los no iniciados en este tema como yo, el Sabbath (término hebreo relacionado con los verbos “cesar” o “descansar”) hace referencia al séptimo día de la semana judía, día dedicado al descanso tal y como disponen los mandamientos divinos. Implica, a su vez, dos de esos mandamientos, estrechamente relacionados: recordar (zachor) y observar (shamor).
El Sabbath también representa la idea de unidad. Los primeros seis días de la semana son el paradigma de la diversidad, así como las seis direcciones de nuestro mundo tridimensional –norte, sur, este, oeste, arriba y abajo. Se cree que durante estos seis días nos dedicamos a una búsqueda externa, llena de acción e iniciativas, procurando hacernos con nuestro entorno. Por otra parte, también representa el interior, repleto de la unidad y la paz que proporciona esa unidad.
El mismo término «challah» significa, entre otras cosas, «pan». También hace referencia al Mitzvah (cualquiera de los preceptos y mandamientos divinos recogidos en la Torá) de separar una porción de la masa antes de ser horneada y ofrecérsela al Kohanim (término bíblico hebreo para “sacerdote”).
Además de trenzado, el pan jalá se puede elaborar en toda una variedad de formas y tamaños (en espiral, en forma de llave, de pájaro, de libro e incluso de flor), cada uno con su propio significado. Los trenzados pueden constar de tres, cuatro o seis cabos entre los más habituales, y simbolizan el amor, pues su diseño recuerda a unos brazos entrelazados. Cuando se trenza en tres, simboliza la verdad, la paz y el amor. Los hay también en los que se emplean doce cabos, que rememoran el milagro de los doce panes otorgados a las doce tribus de Israel. Los redondos, donde no hay ni principio ni final, simbolizan la continuidad. Sin embargo, no parece haber demasiada información sobre el significado cultural de los trenzados con cuatro cabos, como el que he elegido para la receta de hoy. Más bien, se entiende como una versión un poco más elaborada del popular pan trenzado con tres cabos, cuando se le quiere dar un toque un tanto especial. En ocasiones, también se endulza con miel o incluso se le añaden pasas, como durante el Rosh Hashanah (año nuevo judío), para que traiga alegría y felicidad.
También es habitual encontrar este pan jalá decorado con semillas, como amapola, sésamo, cilantro, etc. Algunos sostienen que estas semillas simbolizan el maná caído del cielo durante el éxodo del pueblo hebreo de Egipto, que estuvo vagando por el desierto durante cuarenta años en busca de la Tierra Prometida.
No se trata de una receta complicada en exceso, especialmente si ya habéis hecho algún tipo de pan con anterioridad, pero es fundamental ajustarse a los tiempos y las temperaturas indicadas, así como dedicarle algo de práctica al trenzado de la masa. Ésta que os dejo aquí es mi versión definitiva, después de unas cuantas pruebas fallidas, de este challah bread, tan llamativo como exquisito. He de añadir que, tras todo ese tiempo dándole vueltas a este icónico pan, el resultado ha sido sorprendente, una auténtica delicia. Así que, si aún no lo habéis probado, procurad hacerlo al menos una vez en la vida; os aseguro que os conquistará.
NOTA: Antes de meterme en harina, me he dedicado a indagar a conciencia sobre el tema, así que espero que todo lo aquí expuesto sea correcto. Sin embargo, si hubiera metido la pata en algún sentido, ruego que disculpéis mi ignorancia o torpeza, pues en todo momento he trabajado con esta receta desde el más absoluto respeto y de verdad espero que os guste tanto como a mí.
- 120 ml (1/2 cup) de agua tibia (50-55ºC / 120-130º F)
- 5 g (1½ teaspoons) de levadura seca de panadería
- 420-455 g (3¼ - 3½ cups) de harina de trigo floja (+ harina extra para amasar)
- 55 g (1/4 cup + 1 cucharadita) de azúcar blanco
- 2 cucharaditas de sal
- 2 huevos enteros (L)
- 1 yema de huevo (L)
- 60 ml (1/4 cup) de aceite de oliva suave (o de girasol)
- 1 clara de huevo (L) + 1 cucharada (15 ml) de agua, para pincelar
- Semillas de sésamo o de amapola, para decorar (opcional)
- En primer lugar, en un cuenco pequeño disolvemos una cucharadita de azúcar en el agua templada, añadimos la levadura y dejamos reposar durante unos 5-10 minutos hasta que se haya formado una capa espumosa en la superficie (si esto no sucediera, significaría que la levadura está pasada y tendríamos que desecharla).
- Mientras tanto, en el cuenco de nuestra amasadora, equipada con el accesorio de pala, (o en un cuenco grande aparte y una cuchara de madera) mezclamos inicialmente 420 g (3¼ cups) de la harina, el azúcar restante (50g - ¼ cup) y la sal.
- Seguidamente, hacemos un hueco en el centro de la mezcla anterior y añadimos los dos huevos enteros, la yema de huevo (la clara la reservaremos en el frigorífico para más adelante) y el aceite y mezclamos a velocidad baja hasta que queden bien combinados.
- A continuación, vertemos la levadura (punto 1) y mezclamos, igualmente a velocidad baja, hasta integrar.
- En caso de utilizar la amasadora, cambiamos ahora el accesorio de pala por el gancho de amasar (si vamos a amasar a mano, colocamos la masa sobre una superficie de trabajo ligeramente enharinada) y amasamos durante unos 6-8 minutos (8-10 si lo hacemos a mano) hasta conseguir una textura suave y elástica -aunque ligeramente pegajosa- pero que se ha de despegar fácilmente del cuenco (o de las manos) y se mantenga compacta en una bola sin deformarse. Si fuera necesario, iremos añadiendo un poco más del resto de la harina durante el amasado (una cucharada cada vez) hasta conseguir la consistencia deseada.
- Engrasamos ligeramente un cuenco amplio con aceite vegetal y colocamos nuestra bola de masa. Cubrimos con film transparente, bien ajustado, y dejamos levar la masa de cualquiera de las dos formas siguientes:
- Refrigeramos durante toda la noche (los levados lentos y en frío aportan un sabor más pronunciado a la masa final); a la mañana siguiente, retiramos y dejamos que se aclimate a temperatura ambiente dentro del cuenco durante unos 30-60 minutos hasta que haya doblado su volumen. O bien,
- Colocamos nuestro cuenco en un lugar cálido y alejado de las corrientes de aire durante unas 1½ - 2 horas hasta que duplique su volumen. - Cuando estemos preparados para trenzar nuestro challah, colocamos la masa sobre una superficie ligeramente enharinada y la desgasamos presionando unas cuantas veces con los nudillos. Dejamos reposar unos 10 minutos cubierta con un paño limpio de algodón.
- Con ayuda de una rasqueta de panadero o un cuchillo largo y bien afilado, dividimos la masa en 4 partes iguales (para realizar este paso, es muy útil contar con una báscula de cocina, aunque tampoco es imprescindible que sean exactamente iguales).
- A continuación, amasamos cada porción de masa (mientras, conviene mantener el resto de porciones cubiertas con un paño para que no se sequen), estirándola con las palmas de las manos hasta conseguir un cabo de unos 40 cm (16") de largo aprox. (Si la masa se resistiera a la hora de estirarla y encogiera, la dejaremos reposar otros 5 minutos (el gluten necesita relajarse un poco más) y volveremos a intentarlo pasado este tiempo.)
- Seguidamente, colocamos los cuatro cabos de nuestra trenza en paralelo y unimos los extremos superiores con las yemas de los dedos (si les cuesta quedarse unidos, prueba a humedecerte las yemas de los dedos). El trenzado con 4 cabos es muy sencillo; cogemos el cabo de la derecha (o de la izquierda si hay algún zurdo) y lo pasamos por encima del que está junto a él, por debajo del siguiente y por encima del último. Y repetimos el mismo patrón hasta llegar al final. Hemos de procurar que queden más bien holgados, aunque unidos (la masa se expandirá durante el siguiente levado y durante el horneado y necesita espacio), sin estirar ni apretar demasiado. Aquí puedes ver paso a paso el trenzado con 4 cabos; no puede ser más fácil (pincha para ampliar):
- Una vez hayamos llegado al final, pinzamos los 4 cabos con los dedos al igual que al inicio y remetemos ambos extremos bajo el pan formado.
- Como si se tratara de un cojín, colocamos las manos en ambos extremos de nuestro pan y lo "mullimos" muy ligeramente para que tome forma y quede más o menos simétrico y ahuecado.
- Colocamos nuestro challah bread sobre la bandeja del horno, previamente recubierta con papel vegetal de hornear, y lo espolvoreamos con un poco más de harina por toda la superficie.
- Cubrimos con un paño de cocina y dejamos levar durante 1 hora aprox. o hasta que casi haya doblado doble su volumen en un lugar cálido y alejado de las corrientes de aire.
- Unos 20 minutos antes de que finalice este segundo y último levado, precalentamos el horno (eléctrico y sin aire) a 175ºC (350ºF).
- Una vez terminado el segundo levado, retiramos el exceso de harina que pueda haber sobre su superficie con ayuda de un pincel de repostería seco y pincelamos entonces con la clara de huevo sobrante mezclada con una cucharada de agua toda la superficie y bordes con un nuevo pincel de repostería, haciendo especial hincapié en los pliegues con mucho cuidado de no pinchar la masa recién levada. (Ahora sería en momento de añadir un puñadito de semillas de sésamo o de amapola, las más populares, sobre nuestro challah bread.)
- Colocamos la bandeja del horno a media altura y horneamos durante unos 30-35 minutos, hasta que haya adquirido un intenso tono dorado y suene a hueco al golpear sobre la base.
- Dejamos enfriar sobre una rejilla antes de cortar y consumir.
No hay nada como el pan recién horneado, pero éste en concreto se conserva, a temperatura ambiente, bien envuelto resguardado del aire, durante varios días.
- De todos es sabido que una rebanada de challah bread, una vez ha perdido su ternura de recién hecho, hace unas insuperables French Toasts.
- Si prefieres endulzar un poco más tu challah, no dudes en sustituir el azúcar de la receta por la misma cantidad de miel (en peso).
NOTA de la autora: Receta e imágenes editadas el 16 de marzo, 2021.
Fuentes: Jewish Virtual Library, Chabad.org, My Jewish Learning et al.