Es posible que este bizcocho de ricotta cargado de frambuesas que hoy os presento sea uno de los bocados más tiernos, suaves y jugosos que he probado desde que encendí el horno por primera vez. Y no sólo eso; es, probablemente, una de las recetas más fáciles del blog hasta la fecha. Si habéis podido leer esto sin apenas pestañear, sin sentir siquiera una mínima urgencia de hacer inventario mental, es que no tenéis corazón…
Y el principal culpable de semejante panorama es la generosa dosis de ricotta empleada en su elaboración. Lo cierto es que es frecuente equipararla, en ocasiones incluso confundirla, con el requesón y, aunque son lácteos muy afines, no son exactamente lo mismo. Ambos son blancos, húmedos y tienen una textura muy similar. Para empezar, la ricotta, de origen italiano (significa «cocinado dos veces») no es exactamente un tipo de queso, pues se elabora a partir del suero de la leche que resulta de la elaboración de los quesos mozzarella y provolone, y tiene un sabor algo más dulce. El requesón, por su parte, se elabora con leche de vaca (entera, desnatada o semidesnatada) y es un poco más aguado.
La ricotta, debido a su delicado sabor y versatilidad, se encuentra presente en un sinfín de recetas, tanto dulces (tartas, tortitas, bizcochos, etc.) como saladas (quiche, lasaña, relleno para pasta, en tostadas, ensaladas…). ¿Recordáis aquellos gofres de ricotta y limón con semillas de amapola que cayeron por aquí hace algo más de un año? ¡Increíbles hasta la extenuación! Debe de tener superpoderes esta ricotta… ¿Y vosotros? ¿La utilizáis habitualmente en vuestras recetas? Soy toda oídos, porque creo que he empezado a adorarla muy seriamente.
Y en otro orden de cosas, me acabo de dar cuenta de que en apenas unos días se cumplirán 4 años desde que accidentalmente creé este blog (quería dejar un comentario en la publicación de un blog de arte, me lié y lo que son las cosas…). Compruebo, no sin cierta admiración y toda mi gratitud, que sois muchos los que me habéis acompañado hasta aquí, ¡algunos incluso desde el primer día! Y como no me gustaría que semejante proeza quedara reducida a un par de líneas a modo de recordatorio aleatorio en esta entrada, he empezado a idear la manera de agradeceros todo ese apoyo y compañía a lo largo de tantas y tantas recetas. Son muchas las opciones que desde ya han empezado a disputarse el podio —algunas más viables, otras no tanto—, así que seguid atentos a la próxima publicación si queréis descubrir en qué ha quedado finalmente este bombardeo de ideas homenaje 😉 Pero antes, no olvidéis que os dejo la receta del momento; si la acabáis haciendo, os aseguro que volveréis a ella una y otra vez, con o sin excusa.
Tanto la rejilla enfriadora de Birkmann como el soporte cerámico para tartas de Le Creuset los encuentras en la tienda online Claudia & Julia
- 215 g (1 ½ cups + 2 cucharadas) de harina de trigo floja
- 200 g (1 cup) de azúcar blanco
- Ralladura de 1 limón mediano
- 1 ½ cucharaditas de levadura química (tipo Royal)
- ½ cucharadita de bicarbonato sódico
- ¾ cucharadita de sal
- 3 huevos (L)
- 375 g (1 ½ cups) de ricotta
- ½ cucharadita de extracto puro de vainilla
- 115 g (½ cup) de mantequilla sin sal, derretida y templada a temperatura ambiente
- 155 g (1 ¼ cups) de frambuesas
- Azúcar glas para espolvorear (opcional)
- Precalentamos el horno (eléctrico y sin aire) a 180ºC (350°F) y colocamos la rejilla del horno en la posición central.
- A continuación, engrasamos el interior de un molde redondo para tartas (preferiblemente, con base desmontable y cierre lateral) de 23 cm Ø (9 inches), recubrimos la base con papel vegetal de hornear y volvemos a engrasar. Reservamos.
- Apartamos unos 125 g (1 cup) de las frambuesas y las espolvoreamos con un par de cucharadas de la harina. Reservamos.
- En un cuenco grande, colocamos el azúcar y la ralladura de limón y friccionamos ambos a conciencia con las yemas de los dedos para que se liberen bien los aceites de la fruta y el azúcar quede bien impregnado.
- Seguidamente, tamizamos el resto de la harina, la levadura química, el bicarbonato sódico y la sal sobre el azúcar aromatizado y combinamos con las varillas hasta que quede todo perfectamente combinado. Reservamos.
- En un cuenco mediano aparte, batimos los huevos, la ricotta y el extracto de vainilla hasta conseguir una mezcla suave, homogénea y sin grumos.
- A continuación, hacemos un hueco en el centro de los ingredientes secos que habíamos reservados (punto 5), vertemos la mezcla anterior y combinamos suavemente con una espátula de silicona o cuchara de madera lo justo hasta que quede todo más o menos integrado.
- Añadimos entonces la mantequilla derretida y templada a temperatura ambiente y mezclamos con suavidad hasta conseguir una mezcla homogénea.
- Finalmente, agregamos las frambuesas que habíamos enharinado y mezclamos con cuidado de no aplastar la fruta lo justo hasta que quede bien repartida por toda la masa.
- Vertemos en el molde que teníamos preparado, alisamos la superficie con una pequeña espátula angulada o el reverso de una cuchara y terminamos por repartir el resto de las frambuesas sobre la superficie.
- Horneamos durante unos 55-60 minutos hasta que el bizcocho crezca y adquiera un bonito tono dorado en la superficie y al insertar un palillo o un cake tester en el centro del bizcocho, éste salga limpio de migas. Si vemos que se dora en exceso antes de tiempo, podemos colocar un poco de papel de aluminio sobre el molde procurando que quede holgado y no entre en contacto con la masa.
- Retiramos entonces del horno y dejamos enfriar dentro del molde sobre una rejilla durante al menos unos 20 minutos antes de desmoldar y dejar enfriar por completo.
- A la hora de servir, si lo preferimos, podemos espolvorear un poco de azúcar glas.
Se conserva a temperatura ambiente bien resguardado del aire durante 2-3 días.
- Podrás emplear requesón en lugar de ricotta, pero si lo haces habrás de drenarlo muy bien antes de pesarlo y utilizarlo.
Receta adaptada de Bon Appétit Magazine