Generalmente, no suelo estar pendiente de la mayoría de las celebraciones que no supongan un alto en el calendario; el día a día y la rutina son implacables… Sin embargo, este año sí he recordado que mañana, 13 de diciembre, es el día en el que en algunas culturas —los países nórdicos, por ejemplo—, desde hace algo más de 400 años se rinde un homenaje muy especial a Santa Lucía y, entre otras tradiciones, se suelen elaborar estos bollos de azafrán o bollos de Santa Lucía en su nombre.
¿Que por qué me ha llamado la atención esta vez? Pues seguro que ya lo estáis intuyendo: por estas preciosidades de bollitos enrollados tan vistosos y, desde luego, tan increíblemente deliciosos. ¿No os parece que son perfectos para ir empezando a celebrar la Navidad? Puesto que era la primera vez que los preparaba, he preferido optar por la popular forma en «S» (llamada Julgalt, algo así como «jabalí de Navidad»), pero existen muchas otras algo más elaboradas.
Si nunca los habéis probado, os diré que se trata de una especie de bollitos no demasiado dulces, con un sutil toque de mantequilla y cardamomo (siendo este último prescindible en caso de no simpatizar demasiado con esta especia) y un característico tono amarillo brillante. Las pasas, que se suelen colocar en el centro de las espirales, también pueden omitirse si somos de los que al final siempre las apartamos a un lado. Aunque en según qué casos la miga pueda resultar algo densa, por lo general, y según la proporción de ingredientes y proceso de elaboración, quedan tiernos y esponjosos.
Pese a que a muchos nos entusiasma la llegada del invierno, es cierto que diciembre es el mes en el que en el hemisferio norte la luz del sol se echa especialmente de menos, con esos días tan cortos y esas noches interminables. Así que hacer honor a la luz, que es exactamente lo que representa esta celebración, me parece la mejor manera de hacer frente a semejante panorama. En Suecia, los lussebullar (bollos de Santa Lucía) —también llamados lussekatter (gatos de Santa Lucía) o saffransbullar (bollos de azafrán)—, así como las pepparkakor (galletas de jengibre) y el glögg, una bebida a base de vino caliente y especiado, son imprescindibles en todo adventskaffe (reunión con familiares y amigos para celebrar cada domingo de Adviento) que se precie. No pinta nada mal, ¿no os parece? Será cuestión de seguir investigando…


- 95 ml ( ⅓ cup + 1 cucharada ) de leche entera, bien caliente
- 10-15 hebras de azafrán (aprox. ⅛ cucharadita de azafrán molido)*
- 80 ml ( ⅓ cup ) de leche entera, templada
- 3 g (1 cucharadita) levadura seca de panadería
- 55 g (¼ cup) de mantequilla, derretida y templada a temperatura ambiente
- 1 yema de huevo (L)
- 50 g (¼ cup) de azúcar blanco
- 290 g (2 ¼ cups) de harina de trigo floja
- ½ cucharadita de cardamomo molido
- ¼ cucharadita de sal
- 1 huevo batido + 1 cucharadita de leche, para pincelar
- Pasas para decorar
- En un cuenco pequeño ponemos la leche caliente junto con el azafrán y dejamos infusionar durante unos 15 minutos removiendo de vez en cuando.
- Mientras tanto, en un cuenco grande (podemos usar el de nuestra amasadora eléctrica, que equiparemos con el gancho de amasar si vamos a utilizarla para el amasado) colocamos la leche templada (nunca caliente; no más de 40ºC), espolvoreamos la levadura y dejamos que actúe durante unos 5 minutos (se formará una fina capa espumosa en la superficie).
- En un cuenco mediano aparte, tamizamos la harina y agregamos el cardamomo molido y la sal. Reservamos.
- Una vez lista la mezcla de leche y levadura, añadimos la mantequilla derretida y templada a temperatura ambiente, la yema de huevo, ligeramente batida y el azúcar y removemos con unas varillas hasta combinar.
- Seguidamente, añadimos la leche infusionada con el azafrán ya templada (si hemos utilizado azafrán en hebras, utilizaremos un colador) y mezclamos.
- A continuación, empezamos a incorporar la harina poco a poco mientras empezamos a amasar hasta conseguir una textura fina y elástica que se despegue sin dificultad del cuenco o de la superficie de trabajo si vamos a amasar a mano. Con la amasadora puede llevar unos 8-10 minutos; algo más si lo hacemos a mano.
- Una vez lista nuestra masa, le damos forma de bola con las manos y la colocamos en un cuenco limpio, ligeramente engrasado con una fina película de aceite de girasol, cubrimos con film transparente y la dejamos levar o bien en el frigorífico durante toda la noche (8-12 hrs. máx.) o a temperatura ambiente, alejada de las corrientes de aire, durante 1 - 1 ½ hrs o hasta que casi duplique su volumen. En caso de haber optado por realizar el primer levado en frío, a primer ahora de la mañana retiraremos la masa del frigorífico y dejaremos que se aclimate a temperatura ambiente durante ½ - 1 hora antes de continuar con el proceso.
- En cuanto nuestra masa haya levado, la volcamos sobre una superficie de trabajo, ligeramente enharinada, y la desgasificamos presionándola con las yemas de los dedos. Cubrimos con film transparente y dejamos que se relaje unos 10 minutos.
- A continuación, dividimos la masa en 10 partes iguales, para lo que nos será muy útil contar con una báscula de cocina, de unos 60 g cada una.
- Seguidamente, utilizando ambas manos, hacemos rodar cada pieza sobre la superficie de trabajo hasta conseguir una especie de cabo de unos 35-40 cm de largo. Si la masa resbalara debido a un exceso de harina en la superficie, retiraremos la harina sobrante. También podemos humedecernos ligeramente las manos para facilitar la tarea.
- A continuación, formamos nuestros bollitos enrollando cada extremo en forma de espiral (en sentidos opuestos) hasta conseguir la clásica forma de "S".
- Una vez formados, los colocamos sobre la bandeja del horno, recubierta con papel vegetal de hornear, dejando una separación de unos 4-5 cm entre sí, y pincelamos con la mezcla de huevo y leche con la ayuda de un pincel de cocina. Cubrimos con film transparente, ligeramente engrasado con aceite de girasol para evitar que la masa se pegue al subir, y dejamos levar en un lugar cálido y alejado de las corrientes de aire durante unos 40-45 minutos o hasta que veamos que han crecido un poco (no llegarán a duplicar su volumen) y tengan un aspecto más esponjoso.
- Unos 15 minutos antes de que finalice este último levado, precalentamos el horno (eléctrico y sin aire) a 200°C (unos 400ºF).
- Justo antes de introducir nuestros bollos de azafrán de el horno, volvemos a pincelar con cuidado de no pinchar la masa con la mezcla de huevo y leche y colocamos una pasa en el centro de cada espiral.
- Finalmente, horneamos a media altura durante unos 10-12 minutos hasta que hayan adquirido un bonito tono dorado.
- Retiramos del horno y dejamos reposar dentro de la bandeja durante unos 10 minutos para transferirlos a una rejilla y dejamos enfriar ligeramente antes de consumir.
Estos bollos de Santa Lucía, como toda bollería casera, están extra tiernos recién hechos; al siguiente día habrán perdido gran parte de su ternura, pero podemos seguir disfrutándolos casi como el primer día tras unos minutos en la tostadora o en el horno.
- Para conseguir una miga más tierna durante más tiempo, también puedes añadir 50 g (¼ cup) de queso quark a temperatura ambiente junto con el resto de ingredientes del punto 4.
Receta adaptada de los Lussekatter de Little Viena