Generalmente, las tartas tipo layer cakes se suelen reservar para fechas señalas o celebraciones destacadas. Para empezar, ésta no se ajusta a esa máxima. O sí; siempre hay algo que celebrar, ¿verdad? Sin embargo, en esta ocasión no quería acabar con una receta rebuscada o tremendamente laboriosa, así que me decidí casi al instante por una tradicional Yellow Butter Cake (literalmente «tarta amarilla de mantequilla»), es decir, una tarta la mar de básica, perfecta para cualquier ocasión porque es un clásico, es sencillísima y cubre prácticamente todos los gustos.
Está bien, está bien, ya me parece escuchar algunas voces discordantes por ahí, replicando que de sencilla no parece tener tanto. De acuerdo, lo cierto es que me he aplicado un poco más con el frosting, un increíblemente suave, sedoso y exquisito Swiss Meringue Buttercream, otro clásico, que, combinado con una yellow butter cake, ya nos va dejando ver que el resultado será un rotundo éxito. La razón no es otra que me apetecía. Pero no os dejéis impresionar por el nombre o por la fama que injustamente precede a este tipo de merengue tan especial; nada que no quede al alcance de cualquiera con un mínimo de ganas de lanzarse y un poquito más de tiempo del que suelen llevar otros tipos de cobertura. Y si seguimos los pasos disciplinadamente, siempre sale perfecto (y además, en realidad hay poco en juego que perder, ¿no?). Así que ¿quién no se rendiría irremisiblemente a semejante panorama?
Por otra parte, independientemente del tipo de cobertura elegida o de cómo queramos presentarla finalmente, una buena yellow butter cake es una de esas recetas estrella a atesorar como oro en paño. No sólo es un básico que va bien con cualquier combinación u ocasión; su extrema sencillez es directamente proporcional al placer de saborear un simple bocado de esa miga tierna y fragante, esponjosa y exquisita al mismo tiempo.


Para terminar, he de decir que desde que empecé a escribir este post y a medida que lo he ido redactando, se me han ocurrido unas cuantas razones para convertir esta tarta en una tarta de celebración. A veces pasa; una empieza a pensar y aun a preparar posibles o imposibles celebraciones y después aparece el motivo perfecto para llevar a cabo lo planeado. Así que, esta vez la famosa historia de la casa y su fiel amigo el tejado va a tener que someterse a revisión, pues primero se hizo la tarta y después llegó el motivo para celebrar. Es la magia de combinar una inocente yellow butter cake y un casual Swiss meringue buttercream 😀
Toda la cerámica que ves en las fotos para terminar de «vestir» esta increíble Yellow Butter Cake la podrás encontrar en la tienda online de Claudia & Julia.
- 325 g (2 ½ cups) de harina de trigo floja
- 35 g (2 ½ cucharadas) de harina fina de maíz (tipo Maizena)
- 3 ½ cucharaditas de levadura química (tipo Royal)
- ½ cucharadita de sal
- 225 g (1 cup) de mantequilla sin sal
- 300 g (1 ½ cups) de azúcar blanco
- 8 yemas de huevo (L), unos 145 g aprox.
- 2 cucharaditas de extracto puro de vainilla
- 240 ml (1 cup) de leche
- 200 g de claras de huevo pasteurizadas (? claras de 6 huevos)*
- 315 g (1 ½ cups + 1 cucharada) de azúcar blanco
- 425 g (1 ¾ cups + 2 cucharadas) de mantequilla sin sal, cortada a daditos (ligeramente fría)
- 1 ½ cucharadita de extracto puro de vainilla
- ½ cucharadita de sal
- Colorante en pasta
- Perlitas de azúcar para decorar (opcional)
- Precalentamos el horno (eléctrico) a 180ºC (350ºF) y colocamos la rejilla del horno a media altura.
- Engrasamos cuidadosamente 3 moldes redondos para tartas tipo layer cake de 18 cm (7") de ?.
- En un cuenco amplio, tamizamos las harinas, la levadura química y la sal hasta 3 veces. Reservamos.
- En en cuenco de nuestra amasadora eléctrica, equipada con el accesorio de pala (o en un cuenco grande aparte con ayuda de una espátula de silicona o cuchara de madera) batimos la mantequilla a velocidad media durante 1-2 minutos hasta conseguir una consistencia cremosa.
- Seguidamente, añadimos el azúcar y seguimos batiendo a velocidad media-alta otros 3-5 minutos hasta que la mezcla adquiera una textura esponjosa y un color más pálido.
- A continuación, agregamos las yemas de huevo en dos tandas, batiendo con suavidad hasta incorporar por completo entre una tanda y la siguiente. Con ayuda de una espátula de silicona, despegamos la masa del cuenco y la pala y batimos un poco más hasta conseguir una mezcla uniforme.
- Añadimos ahora el extracto de vainilla y mezclamos hasta conseguir una textura uniforme.
- Seguidamente, pasamos a incorporar la mezcla de ingredientes secos (punto 3) y la leche alternándolos de la siguiente manera: Empezamos con ⅓ de los ing. secos y mezclamos con suavidad hasta que queden más o menos integrados, seguimos con ½ de la leche y volvemos a mezclar lo justo hasta combinar, continuamos con el siguiente ⅓ de ing. secos, la otra ½ de la leche y el último ⅓ de ing. secos, mezclando después de cada adición lentamente hasta conseguir una masa más o menos uniforme. Es importante no excedernos batiendo en este último paso o de lo contrario acabaremos con una miga densa y nada esponjosa.
- Finalmente, repartimos la mezcla en 3 partes iguales entre los moldes que teníamos preparados (para esta tarea es muy útil contar con una báscula de cocina, asegurándonos así de que los 3 bizcochos tendrán el mismo tamaño) y alisamos la superficie con una pequeña espátula angulada o el reverso de una cuchara.
- Horneamos durante 30-35 minutos o hasta que al insertar una brocheta o un cake tester en el centro ésta salga limpia de migas.
- Una vez horneados nuestros bizcochos, los colocamos aún sus moldes sobre una rejilla y dejamos que se enfríen durante unos 10 minutos. pasado este tiempo, desmoldamos con cuidado y dejamos enfriar boca arriba por completo sobre la rejilla.
- Una vez fríos, los envolvemos en film transparente y refrigeramos al menos durante un par de horas (si puede ser toda la noche, mejor) antes de aplicar el frosting, así será más fácil a la hora de decorar y la miga se habrá asentado y acentuado su sabor.
- Siempre que vayamos a montar claras, hemos de empezar limpiando a fondo tanto el cuenco de nuestra amasadora eléctrica (o un cuenco grande si lo vamos a hacer a mano), así como todos los utensilios con los que trabajaremos (si fuera necesario, nos aseguraremos pasando un pedazo de papel de cocina impregnado en zumo de limón para eliminar cualquier posible rastro de grasa, pues ante la presencia del más mínimo indicio las claras no se montarían).
- Colocamos entonces las claras de huevo y el azúcar y lo calentamos al baño María sobre un recipiente con agua caliente (no ha de llegar a hervir), mezclando constante y suavemente con ayuda de unas varillas durante unos 8-10 minutos hasta alcanzar unos 70ºC (160°F). Aunque no es imprescindible, es más que aconsejable contar con un termómetro para azúcar; en su defecto, hemos de asegurarnos de que las claras están calientes y que el azúcar se ha disuelto por completo (se habrá formado una ligera espuma en la superficie).
- Seguidamente, colocamos el cuenco en la base de la amasadora, equipada inicialmente con el accesorio de varillas (en caso de utilizarla), y empezamos a montar las claras azucaradas durante unos 10 minutos; primero con suavidad e iremos incrementando la velocidad según vayamos avanzando, hasta conseguir un merengue de consistencia densa y aspecto satinado.
- Una vez la base del cuenco tenga una temperatura neutra al tacto, cambiamos las varillas por el accesorio de pala (o por una espátula de silicona si lo hacemos manualmente) y batimos a baja velocidad mientras añadimos los dados de mantequilla de uno en uno hasta que quede todo perfectamente incorporado. Batiremos hasta obtener una mezcla de aspecto sedoso y brillante durante unos 8-10 minutos más. Llegará un punto en el que parezca que se ha echado a perder, pues tendrá un aspecto como si se hubiera "cortado", pero no hemos nos desanimaremos, es totalmente normal; seguiremos batiendo hasta obtener la consistencia deseada. Si se siguen religiosamente todas las indicaciones anteriores, nunca falla.
- Agregamos ahora el extracto de vainilla y la sal y mezclamos un poco más a velocidad baja hasta que quede perfectamente combinado.
- Finalmente incorporamos el colorante (que iremos añadiendo progresivamente con la punta de un palillo hasta conseguir el color deseado) y mezclamos de nuevo hasta que nuestro frosting adquiera un color uniforme.
- Con un cuchillo de sierra o una lira empezamos nivelando los bizcochos y eliminamos las migas sueltas que haya podido quedar adheridas con ayuda de un pincel de repostería.
- Colocamos el primer bizcocho bien centrado sobre una base giratoria o en el plato sondo vayamos a servir nuestra tarta. Es conveniente aplicar previamente una pequeña cantidad de frosting en la base para evitar que el bizcocho se deslice mientras lo decoramos.
- A continuación, con ayuda de una espátula, aplicamos una parte del frosting (aproximadamente ¼ del total) sobre la superficie del primer bizcocho y alisamos hasta nivelarlo lo máximos posible.
- Seguidamente, colocamos el segundo bizcocho sobre el anterior, perfectamente centrado, y aplicamos el frosting de la misma manera que con el primero.
- Finalmente, colocamos el tercer y último bizcocho y recubrimos ligeramente de nuevo con más frosting, esta vez incluyendo los laterales, pero sin esmerarnos demasiado aún en conseguir un acabado perfecto; es lo que se llama crumb coat. Refrigeramos nuestra tarta durante 30 minutos.
- Finalmente, aplicamos lo que será la capa definitiva de frosting; podemos darle el toque final que más nos guste (perfectamente lisa o con algún diseño más decorativo), pero siempre procurando que quede lo más uniforme posible y recubra bien nuestra tarta.
- Si queremos incluir algún motivo decorativo adicional (como yo en este caso, que he querido decorar la superficie con algunas rosas del mismo frosting) podemos echar mano de la manga pastelera y alguna boquilla decorativa (para esta tarta yo he usado la 1M y la 4B, ambas de Wilton) y unas perlitas de azúcar. Y voilà! Lista para servir y deleitar al personal.
Se conserva refrigerada 3-4 días, pero la retiraremos del frigorífico unos 20-30 minutos antes de servir para que se aclimate a temperatura ambiente.
- Si el Swiss meringue buttercream quedara demasiado líquido una vez terminado, prueba a refrigerarlo durante unos 15 minutos y vuelve a batirlo hasta que se haya reagrupado de nuevo y haya adquirido una textura suave y sedosa.
- Suele sobrar algo de frosting, pero has de saber que se mantiene perfecto hasta una semana en el frigorífico y hasta puede congelarse (2-4 meses), en cualquier caso, siempre en un recipiente hermético. Tanto si lo refrigeras como si lo congelas, habrás de esperar a que vuelva estar a temperatura ambiente y mezclar con las varillas durante unos 5 minutos hasta que vuelva a adquirir la consistencia correcta.