Llevaba días dándole vueltas a qué iba a contaros sobre esta nueva receta de scones de moras y lavanda que tenía en mente desde que la vi en el fabuloso blog de Joy the Baker que tantas alegrías me da. No podía dejar de pensar en todo lo que ya os he machacado sobre el tema, porque verdaderamente estos ricos panecillos me tienen robado el corazón y, desde el primer instante en que aparecieron en mi vida, no hay día que no me apetezcan. Comprenderéis que no dé rienda suelta a esta patológica necesidad, así que cuando llega el momento de volver a hornear una nueva tanda, hasta el día más oscuro y fosco se ilumina por aquí.
Hace ya algunos años (¡oh, cielos, ya puedo hablar en términos de «años ha» en el blog!) que publiqué mi primera receta de scones; la versión más clásica y conocida en este lado del mundo. Pero la cosa no acaba ahí, y el universo scone se ha ido ampliando con el paso del tiempo y el traspaso de fronteras de manera sorprendente (y si también os fascina el tema, no dejéis de daros un garbeo por mis últimas cavilaciones diferenciando términos).
Probablemente, si también los habéis probado en algún momento, comprenderéis a la perfección esta añoranza mía. Sí he de decir que los que hoy os traigo no siguen los cánones tradicionales, sino que pertenecen más bien a ese otro mundo scone alternativo en el que un sinfín de variedades tiene cabida sin dejar, por supuesto, de deleitarnos con su textura de ensueño y su amable paladar. En cualquier caso, si sois de los que perdéis el norte metiendo las manos en la masa a base de bien, sabéis perfectamente que hacer scones supone una experiencia sencillamente sublime, no sólo para el paladar, también para el tacto; es una de esas tareas que, sin pretenderlo, os dejará las manos más suaves sobre la faz de la tierra ¡durante todo el día!
Y si habéis seguido la trayectoria del blog mínimamente, sabréis bien que los frutos del bosque son otra de mis debilidades confesables, por lo que no podían faltar. Pero además, en esta ocasión, se les han querido sumar unas cuantas flores de lavanda, siempre delicadas y fragantes. Y el resultado de tal combinación no podía haber sido más extraordinario. Estoy más que convencida de que, de ahora en adelante, me va a resultar muy difícil no volver sobre esta receta cada vez que se tercie tener que preparar algo realmente especial, exquisito e inolvidable a partes iguales. Pero como ser imparcial no es un requisito de mortal necesidad en cuanto a dulces se refiere, os aseguro que no me causará remordimiento alguno 😛
- 390 g (3 cups) de harina de trigo floja (+ harina extra para amasar)
- 65 g (2/3 cup) de azúcar blanco (+ azúcar extra para espolvorear)
- 2-3 cucharaditas (según preferencia personal) de flores secas de lavanda (aptas para el consumo), bien picadas
- 2 ½ cucharaditas de levadura química (tipo Royal)
- ½ cucharadita de bicarbonato sódico
- ½ cucharadita de sal
- 170 g (¾ cup) de mantequilla sin sal, fría y cortada en pequeños dados
- 1 huevo (M) (+ 1 huevo batido extra para pincelar)
- 180 ml (¾ cup) de buttermilk, frío
- 140 g (1 cup) de moras frescas*
- Precalentamos el horno (eléctrico) a 200ºC (400ºF).
- Cubrimos la bandeja del horno con papel vegetal para hornear o con un tapete de cocción de silicona y reservamos.
- En un cuenco pequeño, mezclamos bien el huevo y el buttermilk con unas varillas, cubrimos con film trasparente y reservamos la mezcla refrigerada hasta su uso.
- En un cuenco bien amplio, combinamos juntos la harina, el azúcar, las flores de lavanda (finamente picadas), la levadura química, el bicarbonato sódico y la sal con ayuda de unas varillas hasta conseguir una mezcla uniforme.
- Agregamos la mantequilla, bien fría y cortada en pequeños dados, a la mezcla anterior y mezclamos suavemente con los dedos lo justo hasta que ésta quede bien recubierta por los ingredientes secos, pero sin dejar que la mantequilla pierda frío (también es muy útil contar con un pastry blender). Acabaremos con una mezcla irregular, con algunos restos visibles de trocitos de mantequilla y algo de harina suelta.
- Hacemos un hueco en el centro de los ingredientes secos y vertemos ahora la mezcla de huevo y buttermilk (punto 3). Integramos todos los ingredientes con ayuda de una espátula de silicona, trabajando desde fuera y llevando los ingredientes secos al centro hasta conseguir una masa más o menos cohesionada, pero aún bastante pegajosa. Hemos de procurar no trabajar la mezcla en exceso o acabaríamos con unos scones densos y duros.
- Traspasamos la masa a una superficie de trabajo (ligeramente enharinada) y la plegamos sobre sí misma con las manos unas cuantas veces hasta conseguir una masa mejor cohesionada. Es posible que al principio resulte algo caótico manipularla, pero irá tomando forma poco a poco.
- Seguidamente, si la masa no se ha ablandado en exceso por el calor de nuestras manos, la extendemos (a mano o con ayuda de un rodillo de amasar, también enharinado), hasta conseguir un rectángulo de unos 2 ½ cm (1-inch) de grosor. Si lo hubiera hecho, la cubriremos con film transparente y la introduciremos en el congelador unos 10 minutos.
- A continuación, esparcimos las moras, sin amontonar, en una de las mitades del rectángulo, dejando un generoso margen libre. Plegamos la masa sobre sí misma, encerrando así las moras en el interior (como si de una empanadilla se tratara), nos aseguramos del que no quedan burbujas de aire en el interior y sellamos los bordes con los dedos para que no se escape la fruta**. Extendemos de nuevo con el rodillo, prestando especial atención en no romper la masa en exceso, hasta volver a conseguir unos 2 ½ cm (1-inch) de grosor. IMPORTANTE: En este punto es muy recomendable colocar film transparente sobre la masa para evitar que el rodillo la manche según lo vamos deslizando sobre su superficie; es inevitable que algo del jugo de la fruta se acabe saliendo. Una vez más, hemos de trabajar con cierta presteza, procurando que la masa no se caliente en exceso, lo que dificultaría su manipulación y estropearía la textura final de los scones. Si esto sucediera, no debemos añadir más harina, sino que introduciríamos la masa en el frigorífico (o incluso en el congelador) durante unos minutos antes de continuar.
- Empezamos entonces a dar formar a nuestros scones con ayuda de un cortapastas redondo (o un vaso, en su defecto) de unos 6-7 cm (2 ½ - 2 ¾ inch aprox.) Ø, presionando bien hasta conseguir un corte limpio. Es importante no girar el cortapastas (o el vaso) para cortar la masa; el corte ha de ser lo más limpio y recto posible para que nuestros scones no pierdan su textura ni se deformen.
- Reagrupamos los restos de masa sobrante y repetimos el mismo proceso que en los dos puntos anteriores hasta acabar con toda la masa.
- A continuación, colocamos nuestros scones sobre la bandeja del horno que teníamos preparada con ayuda de una espátula plana, dejando una separación de unos 2-3 cm (1-inch) entre uno y otro.
- Pincelamos la superficie con un poco de huevo batido con ayuda de un pincel de repostería, espolvoreamos con un poco de azúcar, introducimos la bandeja en el tercio superior del horno y horneamos durante unos 15-18 minutos hasta que hayan subido por completo y hayan adquirido un ligero tono dorado en la superficie.
- Dejamos enfriar durante unos minutos sobre una rejilla y servimos aún templados (o si lo preferimos, a temperatura ambiente).
Una vez fríos, se conservan 2-3 días en un recipiente hermético bien cerrado a temperatura ambiente.
- **Generalmente, la fruta se suele añadir en el punto 7 de la elaboración y se integra al tiempo que damos forma a la masa para que queden todos los ingredientes bien cohesionados. Sin embargo, en este caso, lo he hecho de manera un poco diferente; después de un par de pruebas, las moras no aguantaban la manipulación de la masa y se rompían totalmente, humedeciendo la mezcla en exceso (lo que la hacía totalmente ingobernable) y tiñendola toda de púrpura. Es posible que estuvieran un poco maduras de más.
- En cualquier caso, trata de utilizar fruta no demasiado madura, pues se rompería con más facilidad, manchando la masa en exceso.
- Pese a que la fruta estrella de esta receta son las moras, puedes reemplazarlas por cualquier otro fruto del bosque de tu preferencia.
- Estos scones se congelan a la perfección en crudo antes de hornearlos; una genial manera de tener siempre a mano uno (o dos) en caso de emergencia. Introdúcelos en el horno directamente del congelador y alarga el tiempo de horneado unos 5 minutos hasta que crezcan por completo queden ligeramente dorados en la superficie. ¡Una idea perfecta!
- También se pueden congelar sin problema recién hechos y una vez fríos. Tan sólo habrás de darles un golpe de calor en el horno precalentado a 160ºC (320ºF), directamente del congelador, durante unos 5-10 minutos hasta que queden tiernos de nuevo ¡y listo!
- Aunque los scones despliegan su verdadera magia recién hechos, se pueden consumir durante 1-2 días más casi como el primer día; 2-3 minutos sobre la tostadora (si es horizontal; si no, introdúcelos en el horno) son suficientes para devolverles gran parte de esa frescura inicial.
- Día internacional del scone: 30 de mayo.
Receta adaptada de los Lavender Blackberry Scones de Joy the Baker