La primera vez que la vi, sin foto ni apenas indicaciones ni nada, ni siquiera estaba segura de si la receta sería un bizcocho o unas galletas. Pero lo que sí sabía era que tenía que probar a hacerla. ¿Que por qué? Pues porque ésta es, ni más ni menos, la receta original de Gingerbread de Emily Dickinson. Así, sin más.
Después de indagar un poco más acerca de la faceta culinaria de esta carismática poeta estadounidense (1830-1886, Amherst, Massachusetts), he descubierto, para mi deleite, su gran reputación como repostera y panadera. Para la mayoría de las mujeres del siglo XIX, la elaboración artesanal del pan, así como pastas y dulces caseros, era algo más que cotidiano. Emily Dickinson no era una excepción. De hecho, la fama que alcanzaron tanto su «Rye and Indian bread» (pan indio de centeno) como su «gingerbread» (pan de jengibre) en su pueblo natal superó con diferencia la que le brindaría su poesía en vida, prácticamente nula. Dickinson solía enviar pasteles y dulces a sus familiares y amigos como muestra de afecto. Así, esta prolífica afición culinaria, su famosa cesta llena de gingerbread —que hacía descender desde la ventana de su habitación para los niños del barrio— y su afición por compartir recetas con sus amistades, muestran a una Emily Dickinson íntimamente ligada a su comunidad, más que como a la reclusa que se suele retratar hoy en día.
Creo que la inspiración principal para que esta receta esté hoy aquí fue el testimonio de uno de aquellos niños que esperaban ansiosos a que descendiera la célebre cesta de gingerbread bajo aquella ventana:
I shall never forget the contents of that basket. It was as like Miss Emily as it could possibly be, and by the same token as unlike anyone else. The basket always contained gingerbread…. It was in the form of long, oval cakes, crisp and brown or yellow and delicately sweet and gummy. The flat tops were hard and shinny and on these a bit of decoration was often added, in the way of a pansy or other small flower.
A mediados de 1800, el éxito de los productos horneados residía en una serie de habilidades, hoy casi impensables, a la hora de interpretar las distintas variedades y calidad de la harina, la fuerza de la levadura, el grado de humedad, el clima y los tiempos empleados. En las recetas no se incluían indicaciones acerca de la temperatura del horno ni el tiempo de horneado, pues cada horno funcionaba de una manera distinta. Además, estaba el tipo de leña que se utilizara, las condiciones del viento y los requisitos particulares de cada receta. Como utensilios de medición, cada cual empleaba cualquier cosa que tuviera a mano, desde una tacita de té hasta una copa de vino. Martha, la sobrina de la escritora, solía destacar la precisión con que su tía solía medir los ingredientes de sus recetas: «silver to stir with and glass to measure by«. («plata para mezclar y cristal para medir»).
Esta receta del gingerbread de Emily Dickinson, está recogida, entre otras, en un sencillo y pequeño libro, editado a modo de folleto, titulado Emily Dickinson, Profile of the Poet as Cook with Selected Recipes (Guides at the Dickinson Homestead, 1976):

La receta en cuestión, tal y como reza en el libro, es la siguiente:
1 quart flour
1/2 cup butter
1/2 cup cream
1 tablespoon ginger
1 teaspoon soda
1 teaspoon salt
Make up with molasses (a little more than a cup is about right)Cream the butter and mix with lightly whipped cream. Sift dry ingredients together and combine with the other ingredients. The dough is stiff and needs to be pressed into whatever pan you choose. A round or small square pan is suitable. Bake at 350 degrees for 20–25 minutes.
Como veis, se trata de una receta un poco diferente a las que conocemos hoy en día. No incluye ni huevos ni azúcar. Eso sí, presume de una cantidad importante de melaza (de ahí que no necesite más azúcar) y de jengibre como única especia.
A pesar de que en la receta original no se menciona ningún tipo de glaseado, sí se indica en la siguiente receta del libro, «Glazes» —dos recetas, en realidad; una para pastas, con clara de huevo batida, y otra para tartas—, que a menudo Emily glaseaba su gingerbread con una de ellas. Aquí yo sí que he preferido optar por un glaseado sencillo con azúcar glass y decorarlas con unos relieves florales, pues así me recuerdan un poco más a los pequeños tesoros que descendían en una cesta desde la ventana de su habitación y que tan ansiadamente esperaban los niños del vecindario.
¿Qué os ha parecido? Espero que os haya gustado la historia y el gingerbread; a mí personalmente me parece que el resultado ha sido absolutamente cautivador.
Fuentes:
– Emily Dickinson, Profile of the Poet as Cook with Selected Recipes (Guides at the Dickinson Homestead, 1976)
– Emily Dickinson Museum
- 500 g (1 quart / 3⅞ cups) de harina de trigo floja
- 115 g (½ cup) de mantequilla sin sal
- 120 ml (½ cup) de nata líquida para montar, bien fría
- 1 cucharada de jengibre molido
- 1 cucharadita de bicarbonato sódico
- 1 cucharadita de sal
- 240 ml (1 cup) de melaza (o miel de caña)
- 60 g (1/2 cup) de azúcar glass
- 1 cucharada de agua
- En un cuenco grande, tamizamos los ingredientes secos (harina, jengibre, bicarbonato sódico y sal). Reservamos.
- En el cuenco de nuestra amasadora, equipada con el accesorio de pala (o en un cuenco grande aparte), colocamos la mantequilla y batimos la mantequilla durante 1-2 minutos a velocidad media hasta conseguir una textura suave y cremosa.
- Con unas varillas (mejor si son eléctricas) montamos la nata ligeramente durante unos 2-3 minutos a velocidad alta; ha de quedar con una consistencia espesa y suave pero sin que llegue a montarse del todo.
- Agregamos la nata parcialmente montada a la mantequilla y seguimos batiendo hasta conseguir una mezcla homogénea.
- Añadimos ahora la melaza y mezclamos hasta combinar por completo.
- A continuación, incorporamos los ingredientes secos que teníamos reservados (punto 1) en tres tandas y mezclamos a velocidad media-baja lo justo hasta integrar después de cada tanda. Obtendremos una masa bastante consistente y ligeramente pegajosa, aunque no pringosa.
- Retiramos la masa del cuenco, compactamos con las manos hasta conseguir una pieza de textura uniforme y la aplanamos hasta que quede un grosor de unos 2-3 cm.
- Envolvemos en film transparente y refrigeramos durante al menos 1 hora (mejor durante toda la noche).
- Precalentamos el horno (eléctrico) a 175ºC (350 degrees F).
- Cubrimos la bandeja del horno (o un molde rectangular de unos 30 x 40 cm) con papel vegetal de hornear y reservamos.
- Retiramos la masa del frigorífico, la colocamos sobre una superficie de trabajo entre dos pliegos de papel vegetal y estiramos con el rodillo de amasar hasta conseguir un rectángulo de unos 30 x 40 cm y 1 cm de grosor. Hemos de acabar con una superficie perfectamente plana y lisa. Si nuestra masa estuviera demasiado endurecida recién salida de la nevera, la dejaremos reposar a temperatura ambiente durante unos 10 minutos hasta que resulte más fácil manipularla.
- Espolvoreamos con un poco de harina y presionamos un rodillo (o tapete) texturizador con firmeza pero sin aplastar, de forma que quede bien impreso el diseño. Este paso es opcional, podemos dejar nuestro gingerbread liso y sin ningún tipo de decoración.
- En caso de haberlo decorado con algún tipo de relieve, cubrimos con film transparente y refrigeramos de nuevo durante al menos 30-40 minutos.
- Colocamos la plancha de gingerbread sobre la bandeja del horno (o molde rectangular) que habíamos preparado con papel vegetal y horneamos durante unos 15-18 minutos hasta que los bordes estén ligeramente dorados y toda la superficie haya perdido el aspecto de humedad inicial.
- Retiramos del horno y cortamos en porciones, según el tamaño deseado, con un pequeño cuchillo de sierra bien afilado.
- Colocamos cada porción sobre una rejilla con ayuda de una espátula plana para que vayan enfriándose y mientras tanto preparamos el glaseado, en caso de haber optado por añadirlo.
- Con ayuda de unas varillas, mezclamos el azúcar glass con el agua hasta conseguir una pasta homogénea y suave.
- Mientras nuestro gingerbread aún está templado, aplicamos el glaseado cuidadosamente con ayuda de un pincel de repostería hasta cubrir la superficie de manera uniforme, pero sin pincelar; con unos toques suaves será suficiente y así no "borramos" el relieve.
- Dejamos enfriar por completo sobre la rejilla hasta que el glaseado se haya solidificado por completo.
Se conservan en un recipiente hermético en un lugar fresco durante unas 2 semanas.
- Para evitar que la melaza se quede pegada en los utensilios de medida, resulta muy útil recubrirlos ligeramente con un poco de aceite vegetal; así apenas desecharemos ni una gota.
- Si lo preferimos, en lugar de la técnica indicada en la receta para decorar nuestro gingerbread, también podemos usar un cortapastas (con o sin texturizador) y hornearlas como cualquier galleta. Necesitaremos reducir el tiempo de horneado a unos 10-12 minutos.
- Es más, también puedes hornear la masa de una pieza a modo de bizcocho (algo denso, eso sí), bien ajustada en un molde para loaves mediano (de unos 21x11 cm / 8x4-inch). No necesita refrigeración.
- Una vez glaseado el gingerbread no se puede congelar.
- Día nacional (EEUU) del gingerbread: 21 de noviembre.