Francamente, no sé cómo ha podido pasar que, a estas alturas del año, aún no haya publicado ninguna receta con fresas cuando en casa llevamos consumiéndolas por kilos desde el mismo instante en que llegaron al mercado. Así que, después de este error imperdonable, este bizcocho marmolado de fresa era lo mínimo que podía hacer para tratar de arreglar las cosas. ¿No os parece?
Sabía que tendría que ser algo especial, festivo, y aun así, debía tratarse de algo socorrido que encajara fácilmente en nuestro día a día. En definitiva, algo con lo que disfrutar y que al mismo tiempo sirviera para acompañar nuestros desayunos o meriendas. ¿Queréis saber qué es lo que más me emocionaba de este bizcocho marmolado de fresa? Cortar cada día un trocito y descubrir un nuevo diseño cada vez; prácticamente imposible de predecir cómo saldría el siguiente. ¡Qué peligro para un apetito más bien curioso como el mío! Hay que ver con qué tonterías se viene una arriba…
Pues bien, he de admitir que esa bobada, esa incertidumbre, fue uno de mis primeros quebraderos de cabeza durante todo al proceso, hasta que finalmente hice el primer corte. ¿Habrá quedado bien? ¿Y si al final no se nota el efecto marmolado y resulta todo en una especie de frangollo descolorido y deslavazado? Bueno, pues este que veis aquí es el resultado definitivo después de un par de decepciones…
Mi primer impulso fue utilizar exclusivamente fresas. Pero al contrario de lo que su color radiante e intenso pueda sugerir —sí, ese mismo color que cuando acaba en nuestra ropa no hay manera de deshacerse de él— acaba diluyéndose y prácticamente desapareciendo en la masa. Cosa que tampoco es para tanto si no te importa el aspecto final. Pero no era el caso esta vez, pues buscaba algo más llamativo. Podría haber utilizado algún tipo de colorante con este fin (cosa que también hice, aunque tampoco terminó de convencerme; no estaba muy por la labor de dejarlo todo en manos de colorantes).
Así que finalmente opté por un producto que me parece una genialidad: la pasta concentrada de fruta. De esta forma, realmente consigues matar dos pájaros de un tiro: un color preciso (y precioso) y un sabor auténtico a base de fruta. Y encima hay tantas opciones como puedas imaginar: prácticamente todo tipo de fruta, pero también especias, flores y otros.
Para elaborar cualquier alternativa a este bizcocho marmolado de fresa, obviamente puedes utilizar cualquier sabor que prefieras, así como la receta de bizcocho base que más te guste. Yo, por mi parte, me declaro una fan incondicional de los pound cakes; siempre resultan perfectos (¡es tan fácil recordar los ingredientes!) y su sabor es, sencillamente, sublime. Y por si todo esto fuera poco, está ese maravilloso sour cream, que no hace más que mejorar lo insuperable. Así que, sírvete y prepárate para elevar tu dosis diaria de bizcocho a un nivel superior.
- 225 g (1 cup) de mantequilla sin sal
- 250 g (1¼ cups) de azúcar blanco
- 4 huevos (L)
- 1 cucharadita de extracto puro de vainilla
- 260 g (2 cups) de harina de trigo floja
- 1 ½ cucharaditas de levadura química (tipo Royal)
- ¼ cucharadita de bicarbonato sódico
- ½ cucharadita de sal
- 200 g (7oz) de sour cream
- 1½ cucharadas de pasta concentrada de fresa
- Precalentamos el horno (eléctrico) a 180ºC y colocamos la rejilla a media altura.
- Engrasamos, recubrimos con papel vegetal de hornear y volvemos a engrasar un molde rectangular para loaves de unos 28x11 cm (10x4-inch aprox.). Reservamos.
- Seguidamente, tamizamos la harina, la levadura química, el bicarbonato sódico y la sal. Reservamos.
- En el cuenco de nuestra amasadora, equipada con el accesorio de pala (o en un cuenco grande), batimos juntos la mantequilla y el azúcar a velocidad media-alta hasta que aumente ligeramente de volumen y adquiera una textura esponjosa y un color más pálido (unos 4 ó 5 minutos). Con ayuda de una espátula de silicona, iremos despegando los restos de masa de las paredes del cuenco conforme vamos añadiendo ingredientes nuevos.
- A continuación, añadimos los huevos, de uno en uno y ligeramente batidos, y mezclamos más suavemente. No añadiremos el siguiente hasta que el anterior no se haya integrado del todo.
- Agregamos el extracto de vainilla y mezclamos hasta combinar por completo.
- Incorporamos ahora, por un lado, los ingredientes secos (ver punto 3) y, por otro lado, el sour cream, alternándolos de la siguiente manera: ⅓ de ing. secos, ½ de sour cream, ⅓ de ing. secos, ½ de sour cream, ⅓ de ing. secos. Es decir, empezamos y acabamos con los ingredientes secos, mezclando en cada adición sólo lo justo para integrar los ingredientes.
- Dividimos la masa en dos cuencos, uno con el 40% aproximadamente de la masa y el otro con el 60% restante (es muy útil aquí utilizar una báscula de cocina). A continuación, agregamos la pasta de fresa al cuenco con menos masa y mezclamos suavemente hasta combinar por completo y conseguir un color uniforme.
- Para conseguir el efecto marmolado, vamos añadiendo cucharadas de masa blanca y masa rosa alternativamente en el molde que teníamos preparado, procurando que no se mezclen demasiado entre sí. Una vez hayamos terminado con toda la masa, introducimos una brocheta o un cuchillo largo dentro de la masa y lo pasamos de punta a punta del molde (sin rascar el fondo), haciendo un suave movimiento en zigzag o espiral y volvemos en la otra dirección, realizando el mismo movimiento. Finalmente, damos unos golpecitos suaves a la base del molde contra la encimera o la mesa de la cocina para que la masa quede bien asentada y repartida uniformemente por todo el recipiente. Si fuera necesario, alisaríamos con suavidad la superficie con una espátula o el reverso de una cuchara.
- Horneamos durante 60-65 minutos. Si vemos que se dora demasiado, podemos colocar papel de aluminio sobre el bizcocho durante los últimos 10 minutos. Antes de retirar nuestro bizcocho del horno, comprobaremos si está bien hecho insertando una brocheta (o cake tester) en el centro; si sale limpia ya está, si no, vamos comprobando cada par de minutos hasta que salga.
- Una vez horneado correctamente, lo sacamos del horno y lo dejamos enfriar dentro del molde durante unos 10 minutos (no más o se reblandecería por la condensación que produce el calor). Pasado este tiempo, desmoldamos y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Se conserva a temperatura ambiente bien cubierto durante unos 3-4 días.