- Lo puedes servir acompañado por esa mermelada que te encanta, helado, crema de cacao, fruta... O solo con un café o una taza de buen té; su sabor y textura son inolvidables, de verdad.
- Este es uno de esos bizcochos que mejora con el paso de los días. Si quieres degustarlo en todo su esplendor, una vez frío envuélvelo en film transparente y déjalo reposar toda la noche (u 8 horas aprox.) a temperatura ambiente. Sí, ya sé, eso es esperar mucho. Si lo consigues, merecerá la pena.
- Si quieres personalizar tu Pound Cake, puedes añadirle un puñadito de chips de chocolate, de arándanos deshidratados, pasas, ralladura de limón, semillas de amapola... lo que se te ocurra! Estas nuevas incorporaciones las haríamos durante los últimos movimientos, excepto en el caso de la ralladura de limón (que la mezclaríamos con el azúcar antes de mezclarla con la mantequilla) y en el de las semillas (que las mezclaríamos con la harina después de haberla tamizado). También puedes sustituir el extracto de almendra por el de vainilla o directamente no añadirle ninguno, como manda la tradición.
- Si no te quedas conforme con el bizcocho así tal cual, puedes servirlo espolvoreado con azúcar glass, regado con una glasa ligera o incluso con frosting de tu elección.
- En lugar de un molde rectangular para loaves como el que yo he usado en esta ocasión, puedes usar uno tipo "bundt"; uno con capacidad para 6 cups (1½ l) sería suficiente.
- Si aguantas varios días sin liquidarlo (¡como si tal cosa pudiera llegar a pasar!) y ha quedado un poco seco, puedes tostarlo a rebanadas en la tostadora. También está delicioso untado con un poco de mantequilla.
- Día nacional del "Pound Cake": 4 de marzo.